Serie de la Familia
UANDO
EN Piensa
: en el
De
- / Daniel S--Schipar a
UANDO
Se Piensa
en el
Aborto
Library
Assoc. Mennonite Biblical Seminaries
3003 Benham
Elkhart, Indiana 46517
UANDO
Se Piensa
en el
Aborto
Daniel S. Schipani
Editorial Mundo Hispano
EDITORIAL MUNDO HISPANO
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O Copyright 1990. Editorial Mundo Hispano
Prohibida su reproducción parcial o total.
Todos los derechos reservados.
Primera edición: 1990
Clasificación decimal Dewey: 179.76
Temas: 1. Aborto — Aspectos morales y religiosos
ISBN: 0-311-46267-7
E. M. H. Art. No. 46267
4 M 9 90 4826-15
Printed in U. S. A.
3 E 2/02
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Indice
Introducción: ¿Por qué el tema del aborto?
1. ¿Cuándo se considera la posibilidad del
aborto?
2. ¿Cuándo comienza la vida de un ser
humano?
3. ¿Qué pistas bíblicas debemos
considerar?
4, ¿Quiénes deciden sobre la opción del
aborto?
5. ¿En qué consisten las opciones
disponibles?
6. ¿Debe despenalizarze y legalizarse
el aborto?
7. ¿Cómo orientar... cómo ayudar?
Conclusión
Apéndice: Carta abierta testimonial a
parejas cristianas
93202
9
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19
28
41
94
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Introducción:
¿Por qué el tema del aborto?
El aborto es un tema que, por lo general, no
tratamos en forma franca y comprensiva. La razón
es simplemente que tenemos frente a nosotros un
asunto difícil y candente que con frecuencia se
rehuye, pero que debe considerarse. El aborto
representa un problema muy serio a nivel mundial
y específicamente en el pueblo hispano, aunque
nadie puede determinar exactamente cuántas vidas
están afectadas anualmente por las decisiones que
conducen al aborto. Comencemos mientras tanto
con una clarificación de conceptos
La palabra “aborto” proviene del latín y significa
literalmente “no nacido”. El término se refiere a la
criatura que no logra nacer viva debido a que, por
alguna razón, muere en el útero de su madre. Es
decir, que el proceso de gestación no llega a feliz
término con el nacimiento de un nuevo ser huma-
no. Esa muerte prematura puede deberse a algún
trastorno o enfermedad del propio ser en gestación
o de su propia madre, o de algún accidente tal como
una caída o el impacto de un golpe fatal. Aquí se
trata del llamado aborto espontáneo o aborto natu-
ral, ya que nadie ha intentado interrumpir o des-
truir esa vida en proceso de desarrollo.
El tema de este libro es el aborto provocado o
inducido. Es el caso de todas las situaciones en que
9)
6 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
se ha tomado la decisión consciente de acabar con
la vida del ser que se está gestando en el vientre de
su madre. Hay varias razones por las cuales se
decide provocar el aborto y ellas definen a su vez
diversos tipos de aborto como los siguientes (que
ilustraremos en el primer capítulo): el aborto tera-
péutico se realiza con la intención de salvar la vida
de la madre o de mejorar su estado de salud física o
emocional; el aborto eugenésico es el que se provoca
para evitar que nazca un niño con serios defectos
físicos o mentales; el aborto por motivos éticos, a
veces también llamado honoris causa, se permite
en ciertos casos para salvar el honor u ocultar la
deshonra de una mujer violada, por ejemplo (y por
lo tanto puede ser un caso de aborto terapéutico); el
aborto social o con indicación demográfica, corres-
ponde al que se realiza por razones socioeconómi-
cas, por ejemplo para evitar que una familia que ya
tiene varios hijos se haga más grande y difícil de
sostener, o para evitar que muchos nuevos naci-
mientos hagan aumentar una tasa alta de creci-
miento poblacional.
No hay duda de que el problema del aborto
incluye una variedad de facetas. Hablar del aborto
es referirse a un problema legal, médico, social,
económico, moral y espiritual. En cierta forma
todos estamos afectados. El tema es causa de
mucha discusión y aun de posiciones muy polariza-
das a favor y en contra del aborto en sí o de
permitirlo y legalizarlo. Por ejemplo, en muchos
países se estudia bajo qué circunstancias la prácti-
ca del aborto debe despenalizarse. Lo cierto es que
en el mundo hispano hay una amplia práctica del
aborto ilegal o criminal, es decir, realizado en forma
clandestina y en condiciones de mucho riesgo para
la vida y la salud de las mujeres involucradas. De
modo que un argumento común a favor de legalizar
el aborto y de hacerlo accesible es la preocupación
Introducción Y
de que se provean condiciones minímas de seguri-
dad y protección, especialmente para las personas
de escasos recursos que tienden a ser víctimas de
un sistema social injusto.
Nuevos desafíos
Además de las consideraciones a que aludimos
arriba, tenemos que tener en cuenta que en los
últimos años han ocurrido varios desarrollos y
descubrimientos que muestran otras caras del pro-
blema del aborto o arrojan nueva luz sobre él. Aquí
podríamos citar los cuatro siguientes: 1. Cambios
en el concepto de cuándo el feto es “viable”, es
decir, capaz de vivir por sí mismo fuera del útero; 2.
Nuevos conocimientos sobre la vida intrauterina en
sí; 3. Experimentación con tejido fetal, y 4. La
introducción de las “pildoras del aborto”.
1. La creencia común todavía es que los niños en
gestación son “viables” sólo durante los dos o a lo
sumo tres meses finales del embarazo. Sin embar-
go, ciertos avances notables en la investigación y
las técnicas médicas siguen empujando hacia atrás
la frontera de la viabilidad del feto. ¡Se han registra-
do numerosos casos de feliz sobrevivencia de bebés
nacidos hasta dieciséis semanas prematuramente!
Esto es muy importante toda vez que la viabilidad
del feto ha sido un criterio clave para determinar si
una criatura en gestación tiene o no el derecho de
vivir. En otras palabras, el argumento típico a favor
del aborto ha sido que el feto que no puede
sobrevivir fuera del seno materno no merece la
misma protección legal de su vida que la sociedad
otorga normalmente a cualquier persona. Puede ser
que las nuevas observaciones afecten ese argumen-
to y tal vez las disposiciones legales que permiten el
aborto inducido o provocado.
2. Hace unos pocos años, el doctor Bernard
8 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
Nathanson, quien una vez dirigió la clínica de
abortos más grande de los Estados Unidos, se
“convirtió” a la posición antiaborto después de ver
películas especiales sobre el proceso del aborto
desde el punto de vista del feto. El mismo luego
produjo un documental titulado “El grito silencio-
so” donde muestra la destrucción de la vida del feto
en conmovedoras imágenes. Parece que cuánto
más sabemos sobre la vida intrauterina, más se
confirma la idea de que se trata de una vida
humana en proceso de desarrollo. Además, debe-
mos notar que otros adelantos de la medicina
moderna hoy día hacen posible asistir al feto para
prevenir y aun curar ciertas condiciones malignas.
A todo esto le debemos sumar los grandes avances
recientes en el tratamiento de enfermedades del
corazón, los pulmones y los riñones, por ejemplo,
que antes se consideraban de serio riesgo para la
vida de la mujer embarazada. De modo que han
disminuido notablemente muchos justificativos
tanto para los abortos eugenésicos como para los
terapéuticos.
3. Otra área cuyo desarrollo tiene mucho que ver
con el problema del aborto es la experimentación
con tejido fetal en las investigaciones médicas más
recientes. Se trata del uso de tejidos de órganos de
fetos abortados, con el fin de atacar ciertas enfer-
medades. Por ejemplo, en México se ha experimen-
tado con el transplante de tejido fetal en el cerebro
de pacientes afectados con la enfermedad de Par-
kinson. También se cree que el tejido de fetos
abortados puede ayudar a combatir la diabetes y la
leucemia, entre otras graves dolencias. La justifica-
ción de tal uso y tal opinión es que el tejido fetal
crece muy rápido y además parece causar menos
rechazo que el tejido humano adulto. Lo cierto es
que se ha desatado una controversia en torno a
estos experimentos debido a tres razones: hasta
Introducción 9
ahora se han utilizado mayormente fetos prove-
nientes de abortos provocados a voluntad; los inves-
tigadores tienden a usar tejido “fresco” por ser más
efectivo, es decir tejido extraído del feto antes de
que éste muera; podría coercionarse a las mujeres
para que aborten más tardíamente (ya que el tejido
fetal es más aprovechable en el caso de fetos más
desarrollados) aumentándose así los riesgos propios
de los abortos tardíos.
4. La “píldora del aborto” es otro descubrimiento
de interés para nosotros. Se trata de una droga que
el médico debe prescribir (generalmente combina-
da con una segunda droga) y que provoca el aborto
en la mujer que ha estado embarazada unas siete
semanas o menos. Está destinada a facilitar el
aborto temprano y a evitar así los métodos clínicos
tradicionales, especialmente las intervenciones qui-
rúrgicas (con sus complicaciones posibles, por
ejemplo, por el uso de la anestesia, el riesgo de
perforación del útero u otros órganos, y la esterili-
dad eventual). El uso de estas drogas puede aca-
rrear sus propios riesgos, como ser una hemorragia
difícil de controlar, además de transferir el acto del
aborto en sí a la mujer misma quien debe entonces
disponer de la criatura en gestación que ha aborta-
do.
Obviamente, todo esto complica el panorama del
aborto aún más. Como en los otros libros de esta
serie de Editorial Mundo Hispano para la familia,
procuramos responder al desafío que el tema nos
presenta con la mayor seriedad y honestidad. Desde
nuestra perspectiva, el propósito es presentar las
principales dimensiones del problema del aborto de
forma que se ilumine la evaluación de la situación y
se encuentren principios orientadores para cuando
se piensa en el aborto. Es con tal intención que
invitamos al lector a acompañarnos en el diálogo a
través de las páginas que siguen.
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1. ¿Cuándo se considera
la posibilidad
del aborto?
En este capítulo exploraremos las causas princi-
pales que conducen a pensar en el aborto, ya sea
como un mal necesario o como una opción acepta-
ble dentro de ciertas circunstancias. Comenzare-
mos entonces con una breve mención de seis casos
de la vida real. Estos casos nos serviran para ilustrar
la posibilidad de identificar varias clases de aborto
inducido o provocado, según nuestra definición en
la introducción. También nos serán útiles para
considerar diversas dimensiones de la compleja
problemática del aborto, dimensiones que toman
una configuración específica en cada situación
particular.
Invitamos a los amigos lectores a involucrarse
personalmente en la consideración de cada uno de
los seis casos, para lo cual se recomienda tener en
cuenta los tres pasos siguientes: Primero, observen
detenidamente las situaciones presentadas y esta-
blezcan todos los factores que están en juego según
los datos disponibles; determinen también qué
datos adicionales deberían tener para lograr una
mejor comprensión de cada caso. Segundo, procu-
ren identificarse en lo posible con todos los protago-
nistas y, tanto desde esa perspectiva como desde su
11
12 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
propio punto de vista, traten de comprender y
analizar cada situación (así es como pasamos de la
observación y descripción, en el primer paso, a la
explicación, en el segundo). Tercero, contesten las
preguntas que aparecen al final de cada caso
presentado, las cuales nos invitan a pasar al plano
de la aplicación y la acción; en otras palabras, una
vez que hemos observado bien, hemos comprendi-
do y analizado la situación, la pregunta que se
impone es, ¿y ahora qué se puede hacer? Segura-
mente esta lectura y reflexión será aún más prove-
chosa en diálogo con otras personas dentro y fuera
de su familia.
Primer caso
Maribel, una niña de doce años, ha quedado
embarazada como resultado de una relación inces-
tuosa con su padrastro. Debido a la inmadurez
fisiológica de la muchacha, el embarazo se conside-
ra de alto riesgo desde el punto de vista médico.
Además, Maribel está psicológicamente confusa. Se
le había advertido sobre el peligro de relacionarse
con hombres extraños, pero no estaba preparada
para enfrentarse a la seducción por parte de un
miembro de su propia familia. El padrastro afirma
que las relaciones sexuales con la niña fueron
solamente una expresión de su cariño por ella,
aunque Maribel sintió como que se trataba de una
invasión de su privacidad y de una expresión de
fuerza. Es preciso tomar pronto una decisión que
contemple no solo el destino del ser en gestación,
sino también la integridad física, emocional y
espiritual de Maribel y su desarrollo potencial como
mujer; se
Si usted tuviese que participar directamente en
esa decisión a tomarse, ¿qué consideraciones toma-
ría en cuenta, y, por qué?
¿Cuándo se considera la posibilidad del aborto? 13
Segundo caso
Gladys es una atractiva joven soltera de dieciocho
años que lleva dos meses de embarazo. Ella ha
expresado que no desea casarse con el padre de la
criatura porque no está segura de que lo ama y sabe
que él se casaría con ella sólo por cumplir con un
deber de tipo social y moral. La vida familiar de
Gladys nunca ha sido de mucho apoyo emocional.
Sus padres se divorciaron cuando ella tenía ocho
años; además, cuando la madre estuvo muy enfer-
ma, Gladys y sus dos hermanas pasaron un tiempo
viviendo con otros familiares. De hecho, Gladys
nunca se ha sentido plenamente aceptada por otras
personas, incluyendo a los varones; las relaciones
sexuales sólo le han suplido cierto sentido de
aceptación. Sin embargo, desde que se enteró que
estaba embarazada, Gladys ha sufrido una depre-
sión continua. Su mamá y algunas de sus amista-
des le han sugerido que considere el aborto, pero
ella no sabe bien qué debe hacer...
¿Cuál cree usted que sería la mejor opción para
Gladys? ¿Cómo justificaría tal opinión?
Tercer caso
Otra joven soltera de dieciocho, María Rosa,
acaba de descubrir que está embarazada, pero su
situación es diferente de la de Gladys. María Rosa
proviene de una familia “bien constituida”, es una
buena estudiante y se mantiene activa en la iglesia
local. En su iglesia hasta ahora nunca se ha
hablado francamente sobre los adolecentes y la
sexualidad. La “educación sexual” de esta joven ha
consistido en una película sobre la menstruación
cuando tenía trece años (que a los varones no les
permitieron ver) y una clase de biología donde se
explicó brevemente lo que ocurre cuando un esper-
matozoide se encuentra con un óvulo, pero sin
14 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
explorarse siquiera cómo ocurre ni cómo impedir
que ocurra. En vez de atender a las preguntas de
María Rosa, su madre le ha dicho que la orientaría
sobre el sexo una vez que se casara. Su padre le ha
estado diciendo jocosamente que debe cuidarse de
los hombres. María Rosa se siente mal. No quiere el
bebé porque sabe que no está preparada para ser
madre; por otro lado, dar la criatura para adopción
implica completar los nueve meses de embarazo, la
vergúenza de que todos se enteren de su problema
y, al fin de cuentas, enfrentar el dolor de abandonar
a su hijo o hija. En cuanto al aborto, siempre ha
oído que no es una opción correcta, pero ahora no
está segura...
¿Cómo ayudaría usted a María Rosa (y, quizá a
sus padres) a clarificar su situación actual y a
decidir sobre el mejor curso de acción bajo las
circunstancias?
Cuarto caso
Con quince semanas de embarazo, Susana se
enfrentó a su médico con mucha ansiedad y él le
confirmó lo que ella tanto temía. (Estaba conscien-
te de que a su edad —cuarenta y cuatro años— las
posibilidades de engendrar un bebé mongoloide
eran altas —estadísticamente, el doble de casos
para las mujeres de más de cuarenta años que para
las de menos de veinticinco). La muestra de líquido
amniótico examinado en el laboratorio indicaba la
existencia de un cromosoma adicional. Susana y
su esposo Joaquín, ya habían decidido no tener más
hijos; la mayor estaba comenzando la universidad y
los dos más pequeños estaban en la escuela secun-
daria. Han pensado en la posibilidad de un aborto y
Joaquín es de la idea de que la decisión debe
tomarla Susana, él apoyará cualquier decisión .....
¿Cómo aconsejaría usted a esta señora? ¿Involu-
¿Cuándo se considera la posibilidad del aborto? 15
craría al esposo de ella en el proceso de orientación
y toma de decisión?
Quinto paso
La misma semana en que Lidia se enteró de que
su esposo sufría una grave condición cardíaca por lo
cual no podría trabajar por un año por lo menos, se
confirmó que estaba embarazada. Dos de sus seis
hijos están en edad preescolar, además, gracias a
que Lidia ha estado trabajando afuera, ella y su
esposo han podido cumplir con sus obligaciones
financieras (que incluyen el pago mensual de las
cuotas de la hipoteca de la casa que compraron el
año pasado). Lidia había estado tomando la píldora
anticonceptiva pero tuvo que dejarla a causa de
ciertos efectos secundarios; después había estado
usando el método anticonceptivo del diafragma.
Todavía no le ha contado a su esposo lo del
embarazo porque él ya se muestra deprimido debi-
do al pronóstico de su enfermedad cardíaca. Lidia
tampoco se siente en libertad de discutir la opción
del aborto con su médico. En el caso de Lidia,
aunque la idea del aborto en sí no le resulta
atractiva, no tiene escrúpulos religiosos contra el
mismo...
Si ella acudiese a usted en busca de apoyo y
consejo, ¿cómo respondería ante la situación parti-
cular de Lidia?
Sexto caso
Carlos y Edith tienen ambos veintitrés años y han
estado casados trece meses. Los dos son estudian-
tes universitarios y, según sus planes, completarían
sus estudios al cabo de dos años más. Hasta ahora
no han recibido ayuda financiera alguna de parte de
sus respectivas familias porque éstas no tienen
16 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
medios suficientes. Carlos y Edith han estado
trabajando a fin de cubrir sus necesidades. La
novedad del inesperado embarazo de Edith les ha
impactado muy negativamente; ninguno de los dos
percibe cómo podrían cuidar al bebé en forma
adecuada y al mismo tiempo continuar con sus
estudios y sus trabajos. Por primera vez consideran
seriamente la necesidad del aborto...
Supongamos que Carlos y Edith le pidieran
orientación a usted, ¿cómo aconsejaría a esta pa-
reja? ¿Cómo justificaría su punto de vista?
Como podemos observar estos seis casos tienen
obviamente en común el hecho de que los embara-
zos respectivos y los hijos en gestación son indesea-
dos por una variedad de motivos. En todas aquellas
situaciones ilustradas se considera la posibilidad del
aborto por distintas causas y también a la luz de
circunstancias diferentes. Para Mabel se trataría de
un aborto terapéutico, debido a que está en juego la
salud física y emocional, y quizá la vida misma de la
niña; además, el padrastro de Maribel claramente
cometió incesto y violación, lo cual de por sí se
acepta a menudo como posible causal de aborto
(por ejemplo en aquellos países en que el aborto
está legalizado o por lo menos “despenalizado”). En
el caso de Gladys se puede alegar que corresponde-
ría también al caso de aborto terapéutico en la
medida en que su depresión se diagnosticara como
un serio riesgo emocional y que el embarazo de
alguna forma aumentara peligrosamente tal riesgo.
Las situaciones que enfrentan Lidia, Carlos y
Edith se parecen en que el aborto en ambos casos
funcionaría como una medida de control de la
natalidad frente a embarazos no planeados. Por su
parte, con el apoyo de su esposo Joaquín, Susana
contempla el llamado aborto eugenésico, es decir el
aborto provocado para evitar que nazca un ser
¿Cuándo se considera la posibilidad del aborto? 17
humano con serios defectos físicos o mentales. Por
último, el caso de María Rosa es como el de muchas
adolescentes sorprendidas con la realidad de un
embarazo debido a la falta de orientación sexual y
cuyo conflicto principal incluye temores, confusión
y sentimientos de vergúenza y de culpabilidad.
Hemos pasado así rápida revista a las causas
principales que llevan a pensar en la opción del
aborto en la situación de mujeres solteras, parejas
con muchos hijos o que no desean tener hijos,
mujeres violadas o víctimas de incesto, y aquellas
que llevan en su seno a criaturas anormales y
deformes.
A los seis casos considerados podemos añadir
también la presión de la sociedad o del Estado para
limitar los nacimientos en virtud de la llamada
“explosión demográfica” que se diagnostica en
varias zonas del continente americano. Así es como
el aumento poblacional se considera una amenaza
para la supervivencia o el desarrollo económico en
ciertos países. Aquí se trata de la promoción más o
menos oficial del aborto como medio de control de
la natalidad, con frecuencia junto a los programas
de planificación familiar, distribución de técnicas
anticonceptivas, y la esterilización voluntaria y aun
involuntaria.
No caben dudas de que estamos ante un proble-
ma muy complejo. El aborto incluye una cantidad
de variables de tipo biológico y médico, socio-
demográfico y económico, psicológico, moral y
espiritual. Se trata casi siempre de un serio dilema
humano que trae aparejados angustia y dolor. En
las páginas siguientes continuaremos haciendo
referencia a las distintas facetas de la problemática
del aborto, reconociendo que la cuestión que está
en el mismo centro de los debates sobre el tema es
la del status del feto. Una serie de preguntas
iluminan de inmediato la importancia de esta
18 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
cuestión: ¿Es sólo al principio un paquete de
células sin significado humano y sin posibilidad de
sobrevivir fuera de la madre? ¿Tiene un hijo el
derecho fundamental a la vida desde el comienzo
de su existencia como ser en gestación? ¿Debe el
feto disfrutar del amparo de la ley tal y como lo tiene
un recién nacido? ¿Cuándo es que podemos hablar
de nuestros hijos como “personas”?
Si tuviésemos respuestas claras y absolutas a
estas preguntas y pudieramos establecer sin lugar a
dudas la personalidad del feto, posiblemente se
acabaría el debate sobre el aborto. Sin embargo, la
humanidad no tiene claras la mayoría de las res-
puestas y así es como la discusión sigue muy viva.
Biólogos y médicos, juristas, psicólogos y teólogos
no se ponen totalmente de acuerdo, aun cuando
reconocemos que hay personas serias, inteligentes,
honestas y sensibles, a ambos lados del debate a
favor y en contra del aborto.
Por nuestra parte, proponemos continuar el diálo-
go considerando la perspectiva de la ciencia en
relación con una pregunta clave y previa a las que
se mencionan en el párrafo anterior. Tal pregunta
es: ¿Cuándo comienza la vida de un ser humano? A
la respuesta correspondiente nos abocaremos en el
capítulo siguiente.
2. ¿Cuándo comienza
la vida de
un ser humano?
En este libro deseamos establecer claramente el
principio de la santidad de la vida. Nuestra posición
es que, desde el momento mismo en que se origina
una vida humana, allí comienza también la respon-
sabilidad y el deber de respetar y de cuidar esa vida
como tal. Por eso que resulta de la mayor importan-
cia responder claramente a la pregunta del título
del presente capítulo.
Cuando nace un niño nadie se atreve a dudar del
hecho de que se trata de una vida humana, ni
siquiera en el penoso caso de la presencia de
horribles deformaciones y defectos. De hecho, a
pesar de que el bebé no razona, no habla, y depende
incondicionalmente del cuidado materno, lo consi-
deramos una persona humana en formación y
desarrollo. El Estado, por su parte, lo registra como
ciudadano, incluyendo una serie de derechos que le
corresponden y una variedad de responsabilidades
por parte de las personas a cargo del niño, ya sean
sus padres biológicos, padres adoptivos, u otras
personas.
El proceso de desarrollo y crecimiento de un
nuevo ser se inicia en el preciso momento en que
19
20 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
un espermatozoide del padre penetra un óvulo
materno el cual así resulta fecundado. Durante
nueve meses de embarazo, la madre lleva esa
criatura en gestación en el ambiente ideal del útero.
Aproximadamente a las tres semanas puede detec-
tarse el latido del corazón; a las seis semanas se
pueden comenzar a registrar ciertas actividades del
cerebro; y para los cinco meses de gestación el feto
ya presenta todas las formas características de un
niñito. A la pregunta, ¿en qué preciso momento de
ese período de nueve meses dio comienzo la vida
humana de tal criatura?, no podemos sino res-
ponder que desde el inicio mismo del proceso de
desarrollo, con la fecundación y la concepción, o
sea cuando se ha engendrado al nuevo ser a partir
de la unión del óvulo y el espermatozoide (células
también llamadas gametos femenino y masculino,
respectivamente). Por eso en este capítulo nos
conviene repasar y clarificar en forma breve y
sencilla las principales observaciones científicas
sobre este tema, comenzando con la siguiente
referencia ilustrativa.
Analogía de la planta y la semilla
El reino vegetal nos brinda un punto de compara-
ción interesante para comprender aún mejor los
comentarios introductorios anteriores. Por ejemplo,
podemos preguntarnos cómo se determina científi-
camente en qué momento una semilla debe consi-
derarse como planta: ¿desde el momento en que
empieza a germinar o cuando aparece sobre la
superficie de la tierra ya configurada como una
pequeña planta? De hecho, podemos preguntar
también: ¿Qué le da la tierra a una semilla de maíz,
supongamos, para que nazca la planta y produzca
luego el tallo, las hojas y la mazorca? Es claro que la
tierra sólo le brinda el ambiente favorable y los
¿Cuándo comienza la vida de un ser humano? 21
alimentos necesarios para el desarrollo y el creci-
miento. Es en la semilla en sí donde sabemos que
están presentes, maravillosamente de algún modo,
el tallo, las hojas y la mazorca de la planta de maíz.
En este sentido, la tierra no le añade absolutamente
nada a aquella semilla y no hace ninguna diferencia
el hecho de que no podamos apreciar a simple vista
el rico potencial de la semilla como tal. Notemos,
además, el hecho obvio de que en la misma tierra
donde se siembra el maíz, se pueden sembrar
también otras semillas —el trigo, por ejemplo— de
las que nacerán las plantas correspondientes.
Continuando con la analogía podemos señalar
que la mujer cumple para el óvulo fecundado una
función similar a la de la “madre tierra” para con la
semilla de maíz, trigo, o lo que fuere. Ambiente
adecuado y alimentación esencial para su nutrición
y crecimiento es lo que provee al germen que luego
pasa a ser embrión y después feto, a través de los
nueve meses de vida intrauterina. Desde el punto
de vista biológico y genético en particular, podría-
mos decir que la madre no le añade nada al nuevo
óvulo fecundado y a la constitución del nuevo ser
humano en formación. Claro está, sin embargo, que
entre la madre humana y la “madre tierra” hay una
diferencia fundamental más allá de la analogía que
hemos establecido: mientras que la tierra no produ-
ce la semilla, la mujer misma —junto con el
hombre— sí contribuye a producir esa semilla o
germen de ser humano que es el óvulo fecundado.
Por eso, precisamente, hablamos de procreación.
Así comienza un proceso de gestación cuyas fases
evolutivas hoy día podemos describir y apreciar sin
mayores dificultades,
Las fases del proceso de gestación
Con el auxilio de la ciencia establecemos que la
vida humana en verdad comienza en el momento
22 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
en que el ser humano es engendrado, y acaba
temporalmente en el momento de la muerte. (Es
interesante notar de paso que, aunque todavía se
discute en algunos casos cuándo es que ocurre
efectivamente la muerte de un ser humano, ya no
caben dudas sobre el inicio de la vida de un hombre
o una mujer, al menos en las condiciones norma-
les.) Nuestro interés especial en el problema del
aborto inducido o provocado requiere que preste-
mos atención a las observaciones y explicaciones
provenientes de varios campos como los de la
bioquímica y la biología humana, la obstetricia y la
ginecología, la genética y la embriología, la neona-
tología y la psicología.
Desde su concepción hasta su muerte, el ser
humano transita por una serie de etapas propias y
características de la especie humana. Tal evolución
ocurre a través de diversos condicionamientos y
necesidades. Así es como, mientras permanecemos
en el seno materno, necesitamos de la sangre
portadora de todo lo necesario para la vida y el
crecimiento a través de la placenta. Más adelante
nos hará falta, junto con el alimento físico, una
variedad de nutrientes emocionales y espirituales
para satisfacer la necesidad más importante que es
la de ser amado y amar, en sus múltiples manifesta-
ciones en el correr de los años.
Cada uno de nosotros es un ser humano único e
irrepetible, distinto de todas las demás personas
que existieron antes o que viven hoy o vivirán en el
futuro. Y cada uno de nosotros es, básicamente, el
mismo hombre o la misma mujer que ha crecido y
se ha desarrollado como germen, embrión y feto;
niño, adolescente y joven; adulto y anciano. Desde
el momento cuando comenzamos a vivir somos
auténticos seres humanos, sea cual fuere el grado
de evolución o madurez en que nos encontremos en
el ciclo de la vida humana.
¿Cuándo comienza la vida de un ser humano? 23
Los argumentos de la ciencia son contundentes
en el sentido de determinar que nuestra vida
humana comienza en el momento de la concepción,
aunque, claro está, esa nueva vida presenta carac-
terísticas diferentes en cada una de sus fases de
desarrollo. En otras palabras, no se puede encontrar
ningún punto o etapa en el tiempo transcurrido
entre la concepción y el nacimiento de un niño
cuando se pudiera determinar que esa vida no es
humana. Los cambios que se producen entre la
implantación del óvulo fecundado en el útero, el
embrión, el feto y el niño recién nacido, correspon-
den más bien a la sucesión de etapas de crecimien-
to y maduración que son exclusivas de la especie
humana. Consideremos, pues, una síntesis de los
datos biológicos relevantes para la discusión en
torno a la problemática del aborto inducido o
provocado, la cual nos permite distinguir tres fases
bien definidas en el mundo maravilloso de la vida
intrauterina.
La primera fase es la del germen, a partir de la
fecundación o sea la unión del óvulo y el espermato-
zoide, los cuales, al fundirse, originan la célula
germinal también llamada zigoto. Esta es la prime-
ra Célula de la vida humana o, mejor dicho aún, es
una vida humana o un ser humano de una sola
célula. Con la célula germinal iniciamos el ciclo de
vida de nuestra especie el cual sólo se interrumpe
con la muerte. De modo que esa primera célula es
ya un nuevo ser, una nueva realidad biológica única
e irrepetible como la vida y la personalidad de todos
y cualquiera de nosotros. La razón biológica princi-
pal de que se trata de un nuevo ser humano es que
la célula germinal o zigoto presenta una combina-
ción genética peculiar según explicamos un poco
más adelante.
La segunda fase de la vida intrauterina es la del
embrión y cubre desde la tercera hasta la octava
24 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
semana de vida. Durante esta etapa del desarrollo
humano van evolucionando gradualmente los órga-
nos y las formas externas del organismo de la
criatura. Así, por ejemplo, entre la séptima y octava
semanas ya se puede apreciar el comienzo del
cráneo, las orejas y los ojos, el cuerpo con su
sistema digestivo, corazón y sistema circulatorio,
los brazos y las piernas, y los dedos de los pies.
La tercera fase corresponde al desarrollo del feto
propiamente dicho y cubre desde la octava semana
de vida hasta el nacimiento, nueve meses después
de la fecundación. Durante esta última fase se
completa el proceso de gestación que normalmente
prepara a la criatura para el nacimiento y la vida
como organismo autónomo fuera del ambiente
uterino. La diferencia entre el feto, incluso a partir
del segundo mes, y el niño recién nacido es más
bien de tipo cuantitativo, y esa diferencia va dismi-
nuyendo progresivamente, a medida que transcu-
rren las semanas de gestación. O sea que no existen
diferencias cualitativas ni siquiera en cuanto a la
forma del cuerpo o la estructura del organismo, el
ser humano que es el feto ya puede percibirse y
apreciarse directamente como tal.
La herencia y el equipo genético
Lo que acabamos de destacar, en el sentido de
que no hay un verdadero salto cualitativo o una
diferencia esencial entre la fase del feto y el bebé
recién nacido, en realidad corresponde también a
los períodos más tempranos del proceso de gesta-
ción. En la fase del embrión ya está esbozada la
forma y las características propias del niño, aunque
de manera rudimentaria por cierto. Además, el
germen o la célula zigoto pertenece a la especie
humana desde la fecundación en virtud de su
origen, su composición y su destino, y su auto-
¿Cuándo comienza la vida de un ser humano? 25
nomía biológica (es decir, como ya vimos), nada se
le añade fuera del ambiente adecuado del útero y de
los alimentos para que crezca y se desarrolle. Aun
podríamos decir que desde aquel primer instante de
vida humana quedan predeterminados por heren-
cia (es decir, por vía génetica) muchos rasgos que
caracterizan eventualmente a esa persona a lo largo
de su vida. La explicación de este fenómeno tan
interesante podemos resumirla sencillamente con
una breve referencia a la contribución de la biología
humana y la genética en especial.
Todos los seres vivientes estamos compuestos por
innumerables partes microscópicas que se llaman
células (y las células forman los tejidos y éstos los
distintos órganos, etc.). Las células a su vez llevan
en su interior unas partículas muy diminutas que
se conocen con el nombre de cromosomas. Ahora
bien, a cada especie de seres vivientes le correspon-
de un cierto número de cromosomas en cada una
de sus células, y para nosotros, los seres humanos,
el número característico de cromosomas es de
cuarenta y seis.
Ya nos referimos al hecho de que cuando el óvulo
y el espermatozoide se juntan en el proceso de la
fecundación, estas gametas femenina y masculina
dan origen a la célula germinal o zigoto. Lo
interesante de destacar ahora es que el zigoto es
una sola célula con sus correspondientes cuarenta
y seis cromosomas. Con la contribución peculiar
por la línea materna y la línea paterna, así es como
ya quedan establecidas una variedad de caracterís-
ticas tales como el sexo y el color de la piel y el
cabello, y rasgos tan mínimos como la forma de las
uñas y las huellas digitales. Todos estos elementos
y muchísimos más están determinados en lo que se
llama el código genético (de genes, partículas de los
cromosomas por los que se transmiten los rasgos
hereditarios). Este código genético está contenido
26 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
en los cuarenta y seis cromosomas de aquella
primera célula, como si se tratase de una micro-
computadora que ha sido programada en forma
maravillosa y aun misteriosa. De lo que no pueden
caber dudas, en cualquier caso, es que la nueva
vida en gestación, ya desde la célula germinal, está
dotada de un equipo genético que es íntegramente
humano, producto de la procreación y expresión de
la herencia que transmitimos a nuestros hijos.
En conclusión
Es evidente para nosotros que el aborto, aun en la
primera fase del proceso de gestación, consiste. en
la cancelación o supresión violenta del curso de
desarrollo de una vida humana con todas sus
potencialidades de crecimiento y maduración. La
ciencia nos ofrece una base muy sólida para afirmar
el carácter humano de la vida del germen, el
embrión y el feto. Reiteramos entonces que el óvulo
fecundado es un ser humano que posee en princi-
pio las condiciones necesarias para desarrollarse y
llegar a ser una persona adulta, a menos que surjan
obstáculos que impidan su proceso natural. Por lo
tanto, podemos destacar también que si se afirma el
respeto a la santidad de la vida, tal respeto se ha de
extender hasta el momento mismo de la concep-
ción.
Nadie puede negar, por lo tanto, que el aborto
inducido o provocado es la interrupción violenta del
proceso vital humano ya comenzado con la fecun-
dación. (Notemos de paso que lo más común, es
hablar de “interrupción del embarazo”, lo cual es
sólo parcialmente cierto; lo que también y primor-
dialmente se interrumpe es la vida del ser humano
que se está gestando en la condición del embarazo
de su madre.)
Independientemente de los medios o los instru-
mentos utilizados para interferir en el proceso de
¿Cuándo comienza la vida de un ser humano? 27
gestación y el embarazo correspondiente, y de
acabar con el mismo, en realidad se trata nada
menos que de matar una vida humana. Repitámos-
lo: con el aborto provocado o inducido se elimina
una vida humana cualquiera sea la época del
embarazo en la cual se haga, y cualquiera sea el
método utilizado para llevarlo a cabo.
Debemos notar también que por ahora no esta-
mos haciendo un juicio moral o religioso sobre el
aborto; simplemente estamos señalando una con-
clusión muy lógica derivada de las contribuciones
de la ciencia sobre nuestro tema. Y tales contribu-
ciones científicas se apoyan en datos clínicos y
experimentales observados y explicados cuidadosa
y religiosamente.
Por último, debemos reconocer que nos toca
considerar otros interrogantes adicionales que van
más allá de los argumentos y perspectivas que nos
ofrece la ciencia. Por ejemplo, algunas de las
preguntas clave son: ¿tiene la criatura humana el
derecho fundamental a la vida antes de nacer?,
¿cuándo podemos hablar no ya de la vida humana
sino de la presencia de una persona humana?,
¿debe el feto disfrutar del amparo de la ley tal y
como lo tiene normalmente el recién nacido?
En nuestra perspectiva cristiana, las Sagradas
Escrituras ocupan un lugar central como el texto de
la iglesia y el libro de la vida plena para todo el
pueblo. Por lo tanto, habiendo tratado en este
capítulo la cuestión del origen de la vida de un ser
humano según la ciencia, ahora nos conviene
buscar algunas pistas bíblicas para una compren-
sión más completa y satisfactoria del problema del
aborto. Ese es justamente el tema del próximo
capítulo.
3. ¿Qué pistas bíblicas
debemos considerar?
Los cristianos acudimos a la Biblia en busca de
orientación y dirección para la vida cotidiana.
Creemos que la voluntad de Dios es que sepamos
discernir sabiamente cuáles son las decisiones
mejores y los caminos de fidelidad al evangelio. Y es
precisamente para cumplir tal expectativa que
estudiamos las Sagradas Escrituras a la luz de los
desafíos presentes, sobre todo cada vez que está en
juego el principio de la santidad de la vida humana.
Ahora bien, la Biblia no trata en forma directa la
cuestión del aborto intencionalmente provocado o
inducido. (Es obvio que ella tampoco alude a
muchísimas otras cuestiones relativas al mundo de
hoy y a la tecnología en particular, por ejemplo.) No
obstante, la Biblia nos ofrece una serie de pistas
—es decir, principios y directrices— que son de la
mayor importancia y utilidad. Por eso en este
capítulo trataremos sobre tales pistas que pueden
iluminar no sólo nuestro estudio del tema del aborto
sino también, de algún modo, las difíciles decisio-
nes involucradas cuando se piensa en el aborto.
28
¿Qué pistas bíblicas debemos considerar? 29
Desde el principio, el valor de la vida
humana...
Por toda la Escritura Dios se presenta como la
fuente de la vida. El Creador viviente generosamen-
te regala y sostiene la vida de sus criaturas, y muy
en especial la de los seres humanos. Nuestra vida
es preciosa y sagrada justamente porque tiene su
origen en Dios mismo quien ha mandado atenderla,
cuidarla, protegerla y consagrarla para su gloria.
La primera observación clave, por lo tanto, es que
la dignidad y el valor de cada ser humano derivan
de la voluntad de Dios y no de alguna decisión
humana. Nuestra humanidad esencial no viene
determinada por el gobierno y la ley, ni por las
relaciones sociales, ni por nuestros logros persona-
les; proviene del Creador, Salvador y Santificador
(Padre, Hijo y Espíritu Santo), quien ha escogido
sólo al ser humano como portador de su “imagen y
semejanza” —es decir, “parecido a Dios mismo;
hombre y mujer los creó, y les dio su bendición”
(Génesis 1:27).
Es precisamente debido a que nuestro prójimo
también lleva esa “marca registrada” divina que
Dios ha prohibido el homicidio. Es interesante en
este sentido recordar que Caín fue severamente
castigado con el exilio perpetuo por el asesinato de
su hermano Abel. La maldición de Dios lo persegui-
ría por doquiera pero, a pesar de todo, “el Señor le
puso una señal a Caín, para que el que lo encontra-
ra no lo matara (Génesis 4:15). Con esa llamativa
prevención de la muerte del primer homicida —“si
alguien te mata, será castigado siete veces”, dice el
mismo versículo 15— Dios rechaza la pena de
muerte y afirma el respeto de la vida. (Más adelante
en el Antiguo Testamento, Dios permitiría el ejerci-
cio de la llamada “ley del talión”, o sea retribuir “ojo
por ojo y diente por diente.) Es que al respetar la
30 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
vida de los demás estamos honrando el gran don
que Dios nos ha concedido; la violación de la vida
humana, por el contrario, no sólo ofende a nuestros
semejantes sino a Dios mismo, el autor de la vida.
Por eso el Señor clarifica su voluntad en el pacto
con Noé cuando le dice que a cada uno pedirá
cuentas de la vida de su prójimo, “pues el hombre
fue creado parecido a (o a imagen y semejanza de)
Dios mismo” (Génesis 9:6).
El mandamiento es claro y terminante: “No
matarás” (Exodo 20:13; Deuteronomio 5:17). No se
trata sólo de una medida de salvaguarda o seguri-
dad. Es la expresión de que Dios se ha reservado
exclusivamente el derecho a definir el cuándo y el
cómo se va a iniciar y se va a terminar la vida
humana. En otras palabras, Dios es el primero en
tener derecho sobre la vida y ha querido compartir
tal derecho con cada ser humano a quien le ha
obsequiado el don precioso de la vida.
Por todo eso es que los cristianos rechazamos
cualquier idea que haga depender la dignidad y el
valor del ser humano de alguna cualidad de vida
definida por nosotros mismos, de algún nivel de
desarrollo o realización personal elegido individual-
mente, o de algún nivel de utilidad social estableci-
do por la sociedad. Los seres humanos gozamos del
valor y la dignidad que Dios nos ha concedido no
importa nuestro grado de pobreza o indefensión,
inmadurez o vejez, debilidad o deformación física o
mental.
En el caso especial de la vida intrauterina, la
Biblia sugiere sin lugar a dudas que se trata de vida
humana, tal como lo establece claramente la cien-
cia en el día de hoy. Por ejemplo, a menudo
encontramos que las palabras usadas para referirse
al feto, son las mismas que se aplican normalmente
alos niños ya nacidos. Véanse a modo de ilustración
las interesantes referencias de Génesis 25:22;
¿Qué pistas bíblicas debemos considerar? 31
302730 MOD 1:21 878, ELLO 100184193 DO:
Isaías 42:2, 24; 46:3; 49:1, 5; 66:9; Jeremías 20:14-
18; Oseas 12:3, etc. En el caso del Nuevo Testa-
mento tenemos que Lucas llama la “criatura” (o, el
“niño”) al hijo no nacido aún de Elisabet en 1:41 y
44, y alude al mismo Jesús en el versículo 35. Así
nos llama la atención al proceso de gestación que
ocurre en el seno materno y al hecho de que esas
criaturas humanas son capaces de una vocación
que tiene sentido eterno en los planes de Dios.
Nótemos, entonces, también que estas nociones
incluyen así la idea bíblica de la unidad de cuerpo y
alma que existe en nuestra vida humana. Por eso la
conclusión que sacamos sobre la perspectiva bíblica
coincide con la científica que consideramos en el
capítulo anterior: desde la concepción, los hijos en
desarrollo son auténticos seres humanos procrea-
dos según la imagen de Dios mismo. Por lo tanto, la
decisión de destruir la vida inocente que se va
gestando por medio del aborto es, en principio, algo
malo.
Un caso de aborto contemplado
Si dos hombres se pelean y llegan a lastimar a
una mujer embarazada, haciéndola abortar, pe-
ro sin poner en peligro su vida, el culpable
deberá pagar de multa lo que el marido de la
mujer exija, según la decisión de los jueces.
Pero si la vida de la mujer es puesta en peligro,
se exigirá vida por vida, ojo por ojo, diente por
diente... (Exodo 21:22-24 DHH).
Este pasaje bíblico contiene la única referencia
directa al aborto provocado que encontramos en las
Escrituras. Pertenece al conjunto de leyes que Dios
comunicó a los antiguos israelitas a través de su
líder Moisés, inmediatamente después de los diez
mandamientos. Esta referencia es interesante para
32 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
nosotros porque en ella algunos perciben y des-
tacan la condena explícita del aborto en sí que el
texto parece indicar. Otras personas, por el contra-
rio, creen ver aquí la enseñanza de que la vida
prenatal tiene un valor inferior a la vida de la madre
y quizá a la de cualquier otra persona. Esta idea se
basa en que el aborto resultante es penado con una
mera multa mientras que el daño físico que se
inflingiera a la mujer se pagaría con la “ley del
talión” a que aludimos antes. La conclusión que
surge de esta segunda interpretación es que el feto
no es una persona y, por lo tanto, el aborto es
permisible. ¿Es tal conclusión la más correcta y
adecuada? Creemos que no lo es y lo demostrare-
mos en seguida.
El texto bíblico de Exodo 21:22-24 sólo contem-
pla la muerte por accidente, es decir, la muerte no
deliberada o inintencional del ser en gestación. O
sea que el pasaje en realidad no alude al caso del
aborto en que la interrupción del embarazo es un
acto intencional de parte de la mujer embarazada o
de otras personas. Lo interesante para destacar, sin
embargo, es que aun la muerte accidental del feto
fuera castigada de alguna forma. El texto nos da al
menos una idea del valor atribuido al feto humano,
lo cual es de la mayor importancia cuando se piensa
en el aborto. ¡Seguramente, la destrucción del feto
provocada intencionalmente merecería entonces
un castigo mucho más severo! En otras palabras,
no podríamos defender la muerte intencional del
ser en gestación sobre la base de un texto bíblico
que condena aun su destrucción accidental.
Todavía podemos añadir otro argumento. La
ausencia de la pena de muerte en el caso de que se
mate accidentalmente al feto no significa que el
feto no sea considerado como un ser humano. La
razón es que la ley de Moisés normalmente no
prescribía la pena de muerte obligatoria para los
¿Qué pistas bíblicas debemos considerar? 33
casos de muertes por accidente (véase por ejemplo
Exodo 21:12-14). De todos modos, cualquiera sea la
interpretación de la multa impuesta en el caso del
aborto accidental, no hay base para deducir o
sugerir que el feto no es una persona humana. De
hecho, no hay ningún pasaje bíblico que dé a
entender que el hijo aún no nacido sea algo menos
que una persona humana desde el momento de su
concepción.
La confesión del salmista
En los salmos hallamos expresiones elocuentes
sobre la vida como un precioso don de Dios que
hemos de aceptar con gozo y considerar con reve-
rencia. La belleza literaria de este libro de la Biblia y
la profundidad de su mensaje nos invitan a dedicar-
le una sección especial en la que hemos selecciona-
do algunos pasajes muy significativos para nuestro
tema. Los párrafos que siguen representan ciertas
pistas bíblicas indispensables para la comprensión
del problema del aborto.
La dignidad de la vida del ser humano se destaca
a la luz de la gloria de Dios, el Creador y Señor de la
vida:
Señor, soberano nuestro,
¡tu nombre domina en toda la tierra!
¡tu gloria se extiende más allá del cielo!
Con la alabanza de los pequeños,
de los niñitos de pecho,
has construido una fortaleza...
Cuando veo el cielo que tú mismo hiciste,
y la luna y las estrellas que pusiste en él, pienso:
¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano?
¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?
Pues lo hiciste casi como un dios,
lo rodeaste de honor y dignidad,
le diste autoridad sobre tus obras,
34 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
lo pusiste por encima de todo...
Señor, soberano nuestro,
¡tu nombre domina en toda la tierra!
(Salmo 8 DHH.)
El salmista se refiere así al lugar priviligiado de
los seres humanos en la economía de Dios. Se trata
de un puesto de honor y responsabilidad como
administradores de los recursos inmensurables de
la creación. Dios nos ha dado una ubicación y una
vocación muy especiales en el mundo. Esta dádiva
de Dios es la base misma de nuestro sentimiento de
valor y autoestima.
El reconocimiento de la provisión divina para
nuestro ser abarca aun la vida intrauterina y el
proceso de nacer.
. . . tá me hiciste nacer del vientre de mi madre;
en su pecho me hiciste descansar.
Desde antes que yo naciera,
fui puesto bajo tu cuidado;
desde el vientre de mi madre, mi Dios eres tú.
(Salmo 22:9, 10 DHH.)
En medio del clamor de angustia y el canto de
alabanza que aparecen en el salmo 22, el salmista
declara su dependencia de Dios y su necesidad de
liberación. El fundamento de su plegaria es el
reconocimiento de su temprano vínculo con el
Señor. Había sido consagrado desde antes de nacer.
El reconocimiento de la tendencia hacia el mal,
también abarca la vida intrauterina.
Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mi;
por tu gran ternura, borra mis culpas.
¡Lávame de mi maldad! ¡Límpiame de mi peca-
do!
En verdad, soy malo desde que nací;
¿Qué pistas bíblicas debemos considerar? 35
soy pecador desde el seno de mi madre...
Oh Dios, ¡pon en mí un espíritu nuevo y fiel!
(Salmo 51:1, 2, 5, 10 DHH.)
En su drámatica confesión, el salmista no intenta
justificar su pecado ni explicar el origen del mal.
Simplemente, él declara su necesidad de perdón y
transformación. Intuye la necesidad de una nueva
gestación y un nuevo nacimiento espiritual (como
Jesús le enseñaría siglos más tarde a Nicodemo,
según Juan 3:1-21).
Somos objeto constante del amor y el conocimiento
de Dios, desde el comienzo mismo de nuestra vida
como seres humanos.
Señor tú me has examinado y me conoces;...
Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo;
Te alabo porque estoy maravillado,
porque es maravilloso lo que has hecho.
¡De ello estoy bien convencido!
No te fue oculto el desarrollo de mi cuerpo
mientras yo era formado en lo secreto,
mientras era formado en lo más profundo
de la tierra.
Tus ojos vieron mi cuerpo en formación;
todo eso estaba escrito en tu libro.
Habías señalado los días de mi vida
cuando aún no existía ninguno de ellos.
(Salmo 139:1, 13-16 DHH.)
Aquí tenemos el ejemplo más notable de esta idea
bíblica fundamental: existe una continuidad perso-
nal significativa entre el embrión y el feto, y el niño
y la persona madura. Las referencias personales
—“me formaste en el vientre de mi madre”—
indican que el salmista suponía que había un
eslabón directo entre él mismo como adulto y el
pequeño ser que ya era objeto del conocimiento y el
amor divino en el seno materno. Sin duda, el Salmo
36 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
139 es una oración conmovedora que nos dice hasta
qué punto el amor y el conocimiento de Dios se
adelanta a nuestro propio conocimiento y aun a
nuestra consciencia y nos considera en nuestra
trayectoria desde antes de nacer, paso a paso, hasta
el fin de nuestra vida.
El testimonio de las iglesias
A tono con las convicciones y prácticas del pueblo
de Israel, los primeros cristianos consideraban la
fertilidad como señal de bendición divina y del don
de la vida que debía honrarse con reverencia y
respeto. Esta actitud general sobre la familia y
sobre la vida intrauterina en particular se refleja en
la fuerte condena del aborto y del infanticidio (o sea
la matanza de niños pequeños) que encontramos
en los escritos de la época cuando muchos nuevos
creyentes se iban uniendo a la iglesia. Ocurre que
tanto el aborto como el infanticidio se practicaban
extensamente en el antiguo mundo del imperio
romano; por eso los nuevos convertidos recibían
precisa instrucción moral al respecto.
Uno de los escritos cristianos más tempranos,
fuera del Nuevo Testamento, se llama la Didajé y
data de fines del primer siglo de nuestra era.
Allí se expresa: “No matarás con el aborto el fruto
de tu seno y no harás perecer al niño ya nacido.”
Idéntica prohibición del aborto y del infanticido se
encuentra en muchos otros escritos de los primeros
tiempos de la vida y el testimonio de la iglesia
cristiana. Lo mismo podemos decir respecto a los
llamados Padres de la Iglesia, tales como Orígenes,
Clemente y Tertuliano; este último escribió: “Es
homicidio anticipado el impedir el nacimiento; poco
importa que se suprima la vida ya nacida o que se
haga desaparecer al nacer. Es un ser humano el
que está en camino de serlo.” Otras grandes figu-
¿Qué pistas bíblicas debemos considerar? 3%
ras, tales como Agustín, Jerónimo, Gregorio y Juan
Crisóstomo, también condenaron todo aborto y
especularon sobre el status del feto y sobre el origen
del alma en particular. (Las discusiones en torno a
la presencia y actividad del alma en la vida intraute-
rina no nos deben sorprender toda vez que, por
mucho tiempo, algunas autoridades de la iglesia
dudaban de que el alma de la mujer tuviera el
mismo valor que la del varón; ¡y otros, incluso,
pensaban que las mujeres no tienen alma!). Por
desgracia, debemos admitir además que tal postura
frente al feto y al aborto a menudo ha estado
acompañada de una actitud muy negativa hacia el
sexo mismo. Por ejemplo, teólogos como Agustín
han insistido en que la actividad sexual es pecami-
nosa a menos que el propósito de la misma sea la
procreación.
En fin, a lo largo de toda la historia de la iglesia
encontramos una actitud muy consistente en cuan-
to a la defensa de la vida previa al nacimiento y al
rechazo y la condena del aborto provocado. Tal
actitud ha sido en extremo clara, firme e insistente
de parte de la Iglesia Católica Romana, en particu-
lar en los últimos años. Así, el Concilio Vaticano II
declara que Dios, el Señor de la vida ha confiado a
los seres humanos “la insigne misión de conservar
la vida, misión que ha de llevarse a cabo en modo
digno del hombre. Por lo tanto, la vida desde su
concepción ha de ser salvaguardada con el máximo
cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes
abominables.” La postura doctrinal oficial de esta
Iglesia acerca del aborto ha sido persistente en
cuanto al rechazo total del aborto; y tal rechazo ha
sido basado en la fidelidad al precepto del amor
recibido de Dios en la vida procreada cuyo don
sagrado debe respetarse especialmente en el caso
del hijo que está por nacer. Precisamente por tal
razón la Iglesia Católica Romana castiga en princi-
38 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
pio con la excomunión (o sea dejando “fuera de la
comunión”, separados de la comunidad de fe) a las
personas que cometen el pecado del aborto o que
colaboran de alguna forma para que se cometa, ya
sea aconsejando, pagando, o apoyando. En conse-
cuencia, los cristianos que practican o participan en
el aborto sabiendo que el aborto se considera como
un pecado gravísimo y que la iglesia lo castiga en
forma especial, quedan automáticamente excomul-
gados. (La Iglesia reserva al obispo —o algún
sacerdote autorizado por el obispo— la facultad de
reincorporar a la comunidad de fe al cristiano
culpable del aborto, por medio del arrepentimiento
y la absolución sacramental.)
Entre los evangélicos del mundo hispano, que
tradicionalmente han profesado fidelidad a la Biblia
como regla de fe y vida, la afirmación del valor
sagrado de la vida fetal es unánime. Por lo tanto, las
posturas de rechazo frenta al aborto son también
unánimes en principio y sobre todo en el caso del
aborto como medio de control de la natalidad. En
virtud de sus convicciones bíblicas, la gran mayoría
de los evangélicos considera que el porcentaje más
alto de los abortos que se realizan no son justifica-
bles moralmente. Sin embargo, no hay total acuer-
do respecto a cuáles son las circunstancias que se
tornan aceptables, en ciertos casos, la práctica del
aborto inducido. Aunque no tenemos cifras preci-
sas, es evidente que muchos creen que el aborto se
debe permitir cuando está en juego la vida o aun la
salud de la madre (aborto terapéutico). También es
claro que muchos evangélicos apoyan la práctica
del aborto en los casos en que el embarazo sea el
resultado del incesto o la violación (posible variedad
del aborto terapéutico, o caso de aborto por razones
éticas) e incluso cuando se detectan altas probabili-
dades de grave enfermedad o malformación genéti-
ca (aborto eugenésico). Tales posturas se encuen-
¿Qué pistas bíblicas debemos considerar? 39
tran establecidas o contempladas en diversos docu-
mentos oficiales de las principales denominaciones
evangélicas en el mundo de habla hispana.
Por último, debemos señalar otra marcada dife-
rencia entre las perspectivas oficiales de la Iglesia
Católica Romana y la de las iglesias evangélicas. El
Vaticano continúa firme en su oposición a la
mayoría de los métodos y medios anticonceptivos y
a menudo asocia la consideración del tema de la
contracepción con sus enseñanzas sobre el aborto.
Los evangélicos en cambio tienden a discutir am-
bos temas —aborto y anticoncepción— en contex-
tos diferentes, con una aceptación casi general de
los medios y métodos anticonceptivos y el estímulo
de la paternidad / maternidad responsable y la dis-
creción del matrimonio en cuanto al uso de aquellos
medios y métodos para evitar el embarazo.
En conclusión...
¿Cuáles son en definitiva las principales pistas
bíblicas a considerar cuando se piensa en el proble-
ma del aborto? Podemos destacar por ahora los
principios que siguen.
1. La Biblia considera toda la vida humana como
don divino que debe aceptarse con gratitud y debe
tratarse con reverencia y respeto. (Por eso, para ser
consecuentes, debemos apostar por la vida no sólo
en el caso del aborto sino también en la oposición a
otras formas de violencia, al militarismo y a la
guerra, a la pena de muerte y, más positivamente,
estando a favor de la libertad, la justicia y la paz a
tono con los designios de Dios.)
2. La Biblia refleja de hecho una especial preocu-
pación por el débil —los pobres, los necesitados y
enfermos, las viudas, los huérfanos, en fin, los que
no tienen quién los defienda. Aunque no aparece
explícitamente en las Escrituras, en nuestro día
40 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
incluiríamos a los hijos en gestación en la categoría
de los seres humanos indefensos. Literalmente,
ellos no tienen abogados. Sin embargo, por otra
parte, de la Biblia no puede sacarse la conclusión de
que la vida del feto tenga un valor absoluto cuando
su desarrollo entre en conflico con la vida de la
madre (como ser en el caso de cáncer del útero, un
embarazo tubal, etc.).
3. Para los cristianos de convicción, o sea quienes
han escogido ser discípulos de Jesucristo, la iglesia,
como su comunidad de fe, es el lugar privilegiado
para discernir la voluntad de Dios, especialmente
en las decisiones más difíciles que debamos tomar.
Es en tal contexto donde el mensaje de la Biblia
para hoy se puede comprender mejor según la guía
del Espíritu Santo. Y esto incluye desde luego la
problemática del aborto. Por la misma razón, la
iglesia de Jesucristo no procura imponer a la fuerza
sus valores sobre el carácter sagrado de la vida a
quienes no comparten su compromiso con el Señor.
4. Por último, la Biblia reconoce la situación
humana con su enorme potencial y también con
sus debilidades y limitaciones en cuanto al mal y al
pecado. La enseñanza bíblica sobre la necesidad de
perdón y restauración va acompañada del ofreci-
miento de comprensión y apoyo, y de la promesa de
fidelidad divina. Por cierto, el caso del aborto brinda
a la comunidad de fe una oportunidad especial de
testimonio y servicio a la luz de aquella enseñanza,
y de tal ofrecimiento y promesa.
Estas y otras consideraciones relacionadas que
veremos más adelante pueden servirnos de marco
de referencia seguidamente, al tratar el asunto de
quiénes participan en las decisiones sobre el aborto
y cuáles son las opciones que las personas pueden
tener en cuenta en el proceso de decidir.
4. ¿Quiénes deciden
sobre la opción
del aborto?
Nuestro diálogo sobre el tema del aborto ya ha
recorrido un trayecto considerable, habiendo co-
menzado con una clarificación de términos a la luz
de los nuevos desafíos que nos presenta la situación
actual. En el primer capítulo describimos e ilustra-
mos los casos más comunes en que se tiende a
considerar la posibilidad del aborto inducido o
provocado, ya sea como mal necesario o bien como
una opción deseable bajo ciertas circunstancias,
Luego nos referimos a la perspectiva de la ciencia
frente al interrogante sobre cuándo comienza la
vida de un ser humano; así, en el segundo capítulo
establecimos el carácter humano de la vida del
germen, embrión y feto, y que el aborto es siempre
la supresión violenta de una vida humana con todas
sus potencialidades de crecimiento y maduración.
De allí pasamos al tercer capítulo a la perspectiva
bíblica sobre el tema del aborto, incluyendo la
posición y la enseñanza de las iglesias cristianas
que son pertinentes para el mundo hispano. De esta
forma ya contamos con una buena base para
continuar tratando otras de las preguntas clave que
es necesario enfrentar cuando se piensa en el
aborto.
41
42 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
En este capítulo nos toca considerar el asunto de
quién, o quiénes, deben tomar la decisión respecto
al aborto. Ya hemos visto que las iglesias tienen sus
firmes opiniones y directrices; en ciertos casos sus
posiciones doctrinales y sus prácticas sugieren que
ellas reclaman un papel activo en el proceso de
decidir. Por su parte, el Estado y las autoridades
también ejercen un papel importante según las
leyes vigentes en cada país y los recursos de tipo
económico, legal y médico que estén al alcance de
la población. Además están los padres o los tutores,
especialmente en el caso de las adolescentes emba-
razadas, cuya opinón o deseo es un factor determi-
nante respecto al aborto. Entendemos, sin embar-
go, que la pareja como tal, y especialmente la
mujer, son los responsables principales en el proce-
so de decidir, idealmente con el apoyo de la familia
y de la comunidad de fe (la iglesia). Con esto en
mente podemos continuar el diálogo tratando diver-
sas situaciones y factores envueltos, el poder que
implica el tomar decisiones sobre el aborto, el
problema de las decisiones solitarias y de las
motivaciones egoístas, y la bendición de contar con
la comprensión y el sostén de los seres queridos en
medio de la decisión sobre el aborto y sus conse-
cuencias y ramificaciones.
Varias situaciones .. . diversos factores y
actores
Un vistazo a las seis situaciones que presentamos
en el primer capítulo —“¿Cuándo se considera la
posibilidad del aborto?”— nos ayudará a identificar
a los protagonistas principales en las decisiones en
torno al problema del aborto. De modo que invita-
mos a los amigos lectores a repasar las referencias a
tales casos y a seguir en diálogo teniendo en cuenta
sus respuestas iniciales a los interrogantes que
¿Quiénes deciden sobre la opción del aborto? 43
aparecen al final de cada caso en las páginas de la
INMadario:
Maribel, la muchacha de doce años, es sin duda
quien más necesita de la participación de otras
personas en cuanto a las decisiones a tomarse en su
caso particular. La intervención de su mamá, en
consulta con otros miembros de la familia y —sobre
todo— la adecuada orientación y asistencia médica
y psicológica, serán indispensables en este caso en
que la niña embarazada no está en condiciones de
tomar por sí misma una decisión bien ponderada.
El apoyo moral y espiritual, y quizá aun material, de
la comunidad de fe también será muy valioso.
(Desde luego, el caso del padrastro, responsable
directo del embarazo de Maribel, requiere atención
especial aparte.)
Gladys, la joven de dieciocho años, evidentemen-
te ya ha recibido la sugerencia de su madre y
algunas amistades de que considere el aborto. Sin
embargo, está claro que la decisión ha de ser suya.
El novio de Gladys y padre de la criatura en
gestación, debería ser incluido en el proceso de
decisión. El también debe asumir responsabilidad
sobre el destino inmediato de la criatura que ha
contribuido a procrear; además, sus relaciones con
Gladys necesitan clarificarse y quizá redefinirse
(como hemos visto, ella no está segura de que le
ama, y cree que él se casaría con ella sólo para
cumplir con un deber social y moral).
La situación de la otra joven de dieciocho años,
María Rosa, es distinta porque puede contar en
principio con el apoyo de sus padres y también
debido a su carácter de miembro activo de la iglesia.
En otras palabras, ella tiene dos sistemas de apoyo
clave, que son su familia biológica y su familia
espiritual; aunque no le brindaron antes una orien-
tación sexual adecuada, ahora tienen el reto y la
oportunidad de asistir y acompañar a María Rosa
44 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
para que tome la decisión mejor y asuma las
consecuencias de tal decisión, cualquiera que fue-
re. (El proceso de decidir aquí también debería
incluir al padre de la criatura en gestación si es que
el mismo está identificado).
Con el apoyo de su esposo Joaquín, Susana (de
cuarenta y cuatro años) contempla el aborto euge-
nésico, o sea el provocado para evitar el nacimiento
de un hijo con graves defectos físicos y mentales. A
la pregunta que planteamos al final de la breve
descripción del caso sobre si debería involucrarse
más directamente al esposo en la decisión en sí, nos
inclinamos a responder afirmativamente. Para Su-
sana, para el matrimonio como tal, y aun para toda
la familia, es justo y también saludable que Joaquín
se comprometa un poco más allá de su promesa de
apoyar cualquier decisión que tome su esposa. De
hecho, idealmente el proceso de decisión en este
caso debería incluir a los otros hijos, por lo menos
en cuanto información y consulta y aun —¿por qué
no?— para tener en cuenta el sentir y grado de
responsabilidad que ellos estarían dispuestos a
asumir en el caso del nacimiento de un hermano
con el síndrome de Down (comúnmente llamado
“mongoloide”). |
El dilema de Lidia es muy diferente. Incluye
considerar la salud precaria de su esposo, el hecho
de que ya tienen una familia numerosa y que deben
continuar atendiendo varias obligaciones financie-
ras, mayormente mediante su trabajo fuera de la
casa. No hay duda de que Lidia necesita consultar
lo antes posible a su médico (y quizá también al
médico cardiólogo que atiende a su esposo) a fin de
decidir primero que nada cuándo y cómo compartir
con su esposo la noticia del embarazo. La suposi-
ción de que tal noticia agravaría su estado depresivo
por ahora es una mera conjetura. Después de
realizada tal indagación, Lidia podrá considerar los
¿Quiénes deciden sobre la opción del aborto? 45
otros factores con mejor fundamento y sentido de
dirección.
La situación de Carlos y Edith, por último, es la
más clara en cuanto a los protagonistas en el
proceso de decidir a favor o en contra del aborto.
Como joven pareja matrimonial, ambos están invo-
lucrados en todas las decisiones mayores relativas a
sus relaciones conyugales, el hogar, su trabajo y
vocación, y el planeamiento cuidadoso de las próxi-
mas etapas de su vida como pareja y también como
individuos. El embarazo inesperado los ha puesto
de pronto en una encrucijada. Necesitan decidir
juntos y de común acuerdo, idealmente con el
apoyo emocional, moral y espiritual de sus familia-
res y amistades más cercanas.
Aunque esta rápida revisión de algunos casos de
la vida real nos da una buena idea de la complejidad
del proceso de decidir en torno al aborto, no hay
duda de que nos ha quedado mucho territorio por
recorrer. Por ejemplo, hay ciertas situaciones ex-
tremas en que la decisión de provocar el aborto la
toma el médico, si es posible en consulta o con el
consentimiento del esposo o los padres de la mujer
(suponiendo, claro está, que ella no esté en condi-
ciones de hacerlo). Esto puede ocurrir en casos
agudos que requieren una resolución inmediata,
como ser luego de una hospitalización de emergen-
cia, o cuando la cirugía exploratoria confirma que la
continuación del embarazo pone a la mujer en
peligro de muerte inminente.
En general, sin embargo, hemos destacado que
la mujer embarazada tiene la responsabilidad prin-
cipal en el proceso de decidir cuando se piensa en el
aborto. Aun cuando es obvio que la criatura en
gestación no es parte del cuerpo de la madre, es
evidente también que el cuerpo de la mujer emba-
razada está comprometido con la criatura en una
forma única durante los nueve meses de gestación,
46 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
en el parto en sí, y aun durante cierto período de
tiempo después. También hemos insistido en la
responsabilidad de la pareja como tal; en otras
palabras, los hombres no podemos simplemente
“lavarnos las manos” cuando se trata de haber
procreado un nuevo ser, no importa cuál sea el
status de la relación con su madre. Por otra parte, ni
nosotros los padres, o el Estado o la iglesia, los
médicos o los abogados, o quienes fueren, tienen en
principio el derecho de decidir por la mujer (a
menos, como ya vimos, que ésta se halle física y
mentalmente imposibilitada de hacerlo). Lo ideal es
que la decisión a que se llegue sea tanto de la mujer
como de la pareja en sí, en el marco del apoyo
familiar y comunitario, y especialmente de la comu-
nidad de fe, como señalaremos más adelante.
Decidir sobre el aborto es ejercer un poder
Nuestras consideraciones anteriores ponen de
relieve que las decisiones en torno al aborto son
también expresión de poder. Se trata en primer
lugar del poder sobre la vida humana e inocente del
ser en gestación. Además, las decisiones en torno al
aborto implican poder sobre la vida, la salud y el
cuerpo de la mujer; y también se ejerce poder en
relación con la dignidad y la reputación de las
personas involucradas.
Esta realidad del poder se manifiesta crudamente
cuando incluimos en este cuadro los aspectos
económicos y legales sobre el aborto. Así podemos
comparar las distintas posibilidades de las mujeres
ricas y las pobres que se han decidido por el aborto:
las pudientes que tienen los recursos a su alcance
para hacerlo en forma “discreta” y en condiciones
higiénicas, mientras que las más pobres a menudo
recurren al aborto clandestino que pone en peligro
su salud y su vida misma. La inmensa mayoría de
¿Quiénes deciden sobre la opción del aborto? 47
las mujeres que mueren a consecuencia del aborto
(por ejemplo debido a hemorragias e infecciones
masivas) son personas pobres que no han tenido a
su alcance los medios adecuados de protección y
seguridad para llevar adelante su decisión de abor-
tar. Esto es un poderoso argumento para quienes
defienden el derecho de la mujer a decidir sobre su
cuerpo y sobre el aborto en particular, en todas las
controversias en torno a la legalización del aborto.
Con razón señalan la hipocresía de la sociedad que
se hace de “la vista gorda” con respecto del aborto
de los que tienen medios económicos, mientras
discrimina cruelmente contra los pobres al no
poner a su alcance los medios legales y médicos
para preservar su integridad física y emocional. En
este sentido, los defensores de la libre opción por el
aborto, también destacan que todo equivale a que
terceras personas, y el Estado mismo, toman una
decisión negativamente y por adelantado (a favor
del embrión o feto y en contra de la mujer embara-
zada) cuando dicha decisión en realidad le corres-
ponde a la mujer y a los suyos. Esta situación tiene
además el agravante de que eso que otros deciden
conlleva los serios peligros que ya hemos indicado.
Además, los que así pretenden decidir por la mujer
y se oponen al aborto, generalmente.no están
dispuestos a compartir las consecuencias de un
embarazo forzado y de la' venida al mundo de una
criatura que no se desea.
Decidir en soledad: la peor decisión
Hay un área donde encontramos llamativo acuer-
do en cuanto al impacto de la decisión a favor del
aborto, sin distinción de clase o status social y
económico: se observa que cuando la mujer decide
abortar aislada del sistema de apoyo de su familia y
otros seres queridos, las consecuencias tienden a
48 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
ser más negativas y duraderas. Este es el caso
especialmente cuando la decisión se ha hecho en
forma apresurada y a escondidas, en medio del
temor al escándalo y al rechazo emocional y social.
Las causas de que muchas mujeres decidan en
soledad pueden ser variadas. Sin embargo, casi
siempre podemos encontrar un factor común y es la
falta de comprensión que ellas intuyen, con mayor
o menor razón, de parte de sus padres, sus compa-
ñeros —novios, amantes, o esposos— y tal vez otras
personas allegadas. (Desgraciadamente, a menudo
la incomprensión y falta de sabiduría de los seres
que nos rodean de hecho limita nuestras opciones,
privándonos de recursos para escoger los caminos
mejores.) El problema se complica porque después
resulta más difícil compartir y procesar la experien-
cia, lo cual a su vez puede hacerles sentir más
aisladas y explotadas y desdichadas. En otras pala-
bras, cuando esto efectivamente ocurre, se comple-
ta así un círculo vicioso con la carga de ansiedad,
pena, ira, culpa y mayor sentimiento de soledad. En
tales casos, lejos de haber sido una solución o una
liberación, la decisión apresurada de abortar así ha
generado o desencadenado nuevos conflictos y
tensiones, incluso a veces junto con síntomas tales
como depresión, desórdenes en la alimentación y
en el peso, adicciones, pesadillas, nuevos embara-
zos compensatorios, y síntomas de alienación (o sea
perturbación en el sentimiento de identidad y
autocontrol).
Cuando los motivos son egoístas
Hoy día hay una tendencia generalizada a buscar
soluciones rápidas y fáciles, a evitar cualquier
incomodidad y responsabilidades mayores, y a dis-
frutar de las cosas placenteras, con el menor
sentido de compromiso que sea posible. A menudo
¿Quiénes deciden sobre la opción del aborto? 49
se piensa en la posibilidad del aborto justamente
como expresión de motivaciones egoístas. Veamos
algunos ejemplos a continuación.
Entre las parejas en que la mujer trabaja afuera
no faltan quienes consideran el aborto para poder
mantener el buen nivel de vida de clase media que
hacen posible los sueldos de los dos cónyuges. La
pregunta que cabe en este caso, desde luego, es si
se puede justificar el aborto cuando el matrimonio
meramente desea seguir disfrutando una situación
económica holgada. Hay que reconocer también
que el factor económico tiene gran peso además en
la sociedad en general, en el sentido de que se deja
entrever que es más barato permitir que los pobres
aborten, que tratar de cubrir el costo de los servicios
sociales. Con el mismo razonamiento, suele decirse
que es más práctico y económico el aborto de los
fetos anormales que tratar de cuidar y educar a los
niños anormales más adelante. (Con un argumento
similar se podría justificar el homicidio en el caso
de las personas gravemente enfermas, o de los
ancianos que estén física o mentalmente muy
deteriorados. )
Otra serie de motivos egoístas puede detectarse
entre los hombres que no quieren asumir responsa-
bilidad por el embarazo de sus novias o amantes. De
hecho, se ha confirmado la observación de que la
relación con el compañero juega el papel más
importante en la decisión sobre el aborto. Además,
se han hecho estudios que indican que los hombres
de las clases media y alta son los que más apoyan la
legalización o “despenalización” del aborto. La
razón parece ser que cuando el aborto está facilita-
do, es más fácil envolverse en relaciones sexuales;
es decir, hay más mujeres disponibles para el
placer. Desde luego, también hay que tomar en
cuenta el problema de la irresponsabilidad sexual
en el caso de muchas mujeres, lo cual con freche
Y cs
SS
50 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
cia conduce a considerar la posibilidad del aborto.
Un argumento muy usado en estos casos es que
“toda mujer tiene derecho sobre su propio cuerpo”,
afirmación muy cierta y válida en principio (sobre
todo cuando en la defensa del propio cuerpo se
incluyen los deberes de cuidarlo adecuadamente).
El problema reside en que, como ya hemos dicho, la
criatura que se va gestando en el útero materno no
es parte del cuerpo de su madre aunque ciertamen-
te lo afecta de varias formas, como todos sabemos.
Otro motivo egoísta que se está empezando a
registrar entre los matrimonios de personas pudien-
tes, es considerar el aborto cuando se prefiere tener
una criatura del sexo distinto del que se puede
detectar en el diagnóstico prenatal. Algunos obser-
vadores señalan que en la mayoría de los casos de
los que desean conocer el sexo del feto se trata de
los que quieren tener un varón, de modo que se
tiende a descriminar contra las niñas. (Además, con
los avances de la genética humana se podría llegar
a buscar el control y la selección de otras caracterís-
ticas tales como la inteligencia u otros rasgos físicos
y mentales. )
Necesitamos examinar además cuáles son los
criterios utilizados para tomar una decisión tan
importante como la del aborto. La verdad es que a
menudo podemos caer en autojustificaciones y
autoengaño. Consideremos los motivos que se men-
cionan con mayor frecuencia.
El argumento más común suele presentarse con
una pregunta clave: “Después de todo, ¿por qué
traer al mundo un hijo no deseado?” En primer
lugar, los que así razonan parecen olvidarse de que
el hijo o la hija ya está en el mundo, por así decir,
aunque no haya nacido todavía. Pero aun suponien-
do que la criatura no sea aceptada por los padres,
cabe responder con otra pregunta clave: “¿Es razón
suficiente para que no tenga derecho a nacer y
¿Quiénes deciden sobre la opción del aborto? 51
vivir”? O, “¿cómo se justifica que el derecho a la
vida se haga depender de que la criatura sea
deseada o aceptada por sus padres?” (Podríamos
añadir aquí la observación común de que muchísi-
mos embarazos no deseados concluyen felizmente
con nacimientos que son motivo de alegría y
satisfacción; o sea que numerosas mujeres que en
su momento lamentaron su embarazo, volverían a
dar a luz a sus hijos si tuvieran la oportunidad. )
Otra pregunta en apariencia muy válida es, “¿por
qué debemos traer al mundo un niño que va a
sufrir?” El interrogante nos apela especialmente en
el caso de que el niño por nacer venga con alguna
anormalidad; pero la verdad es que los riesgos, el
sufrimiento y la lucha contra el mal y el el dolor son
parte de la condición normal de todo ser humano.
Además, nadie puede saber con seguridad cómo
será la vida futura de sus hijos, aunque todos
podemos confiar en que los problemas y sufrimien-
tos lleguen a ser canales de bendición y de creci-
miento emocional y espiritual, sobre todo cuando
contamos con el apoyo y sostén de la familia y de la
comunidad de fe, como destacaremos en seguida.
La contribución de la iglesia al proceso de
decisión
Más arriba señalamos que la decisión en soledad
es la peor decisión debido a que uno se aísla del
sistema de recursos que normalmente están a
nuestro alcance, especialmente a través de lazos fa-
miliares y de la participación activa en la comuni-
dad de la iglesia como “familia de Dios”. Ahora, al
finalizar este capítulo deseamos indicar algunos
principios sobre cómo puede ayudar la comunidad
de fe cuando se piensa en el aborto.
Comenzamos con la afirmación de que la iglesia
debe ser una genuina familia espiritual, o sea que
52 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
como familia de Dios cultiva un ambiente de
confianza y respeto mutuos, y practica el arte de la
oración fraternal y el consejo de los unos por los
otros buscando identificar las alternativas mejores
para cada uno. Cuando todo eso existe, entonces
tenemos más libertad para compartir y para ayudar-
nos mutuamente, y aun para acompañarnos unos a
otros incluso cuando las decisiones no sean las más
ideales o adecuadas.
El cuadro de la iglesia según el Nuevo Testamen-
to es el de un cuerpo —el “cuerpo de Cristo”—
donde los discípulos del Señor buscan discernir la
voluntad divina para la vida cotidiana, y donde se
asume responsabilidad por las decisiones tomadas.
En el caso del aborto, las decisiones normalmente
deben ser hechas por la mujer o la pareja, como
hemos visto; lo ideal es que también la comunidad
de fe pueda contribuir a la decisión mejor según los
casos, y que ayude a los individuos involucrados a
vivir sabiamente con las consecuencias, incluso
compartiendo las responsabilidades contraídas a
raíz de cualquier decisión (por ejemplo, ya sea
ayudando a una madre soltera a cuidar y educar a
su hijo, o a darlo en adopción; o contribuyendo con
apoyo material, emocional y espiritual en el caso del
nacimiento de un niño anormal).
Por lo tanto, instamos a los cristianos a que no
tomen las decisiones en forma aislada, sino más
bien que busquen el apoyo emocional y espiritual
de quienes pueden ayudar dentro de sus comunida-
des de fe, tales como ciertos líderes y otros herma-
nos y hermanas capacitados y dispuestos, preferen-
temente en grupos pequeños de ayuda mutua y
sostén y apoyo. (De hecho, deberíamos poder con-
tar con tales recursos en medio de todas las grandes
decisiones o crisis que debemos enfrentar, ya sea
en relación con enfermedades, cuestiones financie-
ras, conflictos interpersonales, y muchos otros.)
¿Quiénes deciden sobre- la opción del aborto? 53
Por su parte, la iglesia como tal, y en especial su
liderato y sus grupos de sostén y apoyo, no deben
imponer posiciones rígidas o legalistas en torno al
aborto, sino más bien deben ayudar a las personas
involucradas a reconocer debidamente los factores
y motivos que están en juego, las opciones a su
disposición y también las implicaciones y conse-
cuencias de sus actos y decisiones. Lo que sí hace
falta es discernimiento y comprensión, junto a la
capacidad y la buena disposición para acompañar a
cada uno en el proceso de decidir con fidelidad.
Creemos que, en última instancia, es necesario
apoyar a la mujer o a la pareja cualquiera que sea la
solución escogida cuando se ha pensado en el
aborto. Justamente en el próximo capítulo nos
referiremos al tema de las alternativas principales
que se deben tener en cuenta en el proceso de
decidir.
5. ¿En qué consisten
las opciones
disponibles?
La pregunta del título tiene en principio una
respuesta muy simple: cuando se piensa en el
aborto hay dos alternativas principales en juego, ya
sea a favor o en contra de la vida de la criatura en
gestación; y en el caso en que se decida llevar el
embarazo a término y dar a luz, las opciones son
básicamente dos otra vez, ya sea quedarse con el
bebé o entregarlo en adopción. No caben dudas de
que en cualquier caso se trata de una decisión
difícil, que impacta de varias formas no sólo a la
mujer embarazada sino también a las demás perso-
nas que la rodean y, muy especialmente claro está,
a la criatura que va creciendo y madurando dentro
de su cuerpo.
En este capítulo continuamos con el tema que
iniciamos en el anterior, en torno a las personas
involucradas en el proceso de decisión cuando se
considera la posibilidad del aborto. Nos referiremos
a cada una de las alternativas principales teniendo
en cuenta varias situaciones de la vida real. Invita-
mos a los amigos lectores a continuar el diálogo,
identificándose en lo posible con las distintas perso-
nas que de maneras diversas participan en la toma
de decisión y son afectadas positiva y negativamen-
94
¿En qué consisten las opciones disponibles? du
te y en grados varios, por los caminos que se
escogen o se rechazan.
Dar a luz y criar a la criatura
Dentro de esta opción podemos considerar por lo
menos los tres tipos de casos que mencionaremos a
continuación.
1. En esta primera categoría identificamos prime-
ramente a numerosas mujeres casadas, quienes
después de haber considerado la posibilidad del
aborto por una variedad de motivos, tales como los
que describimos en el primer capítulo, finalmente
optan por llevar el embarazo a término, dar a luz y
criar a sus hijos. Según el testimonio de tales
personas, nuestra propia observación y también lo
que registra la literatura sobre el tema, la gran
mayoría de estas mujeres no se arrepienten de su
decisión, aun en los casos de haber pasado por
ciertos riesgos y dificultades; de hecho, mirando
atrás, volverían a decidir a favor de la vida de sus
hijos.
El caso recién mencionado es en realidad el más
común de todos, y se relaciona con el hecho de que
el embarazo suele despertar normalmente ciertos
temores y ansiedades junto con las alegrías y
expectativas correspondientes. En otras palabras,
es común y normal que por lo menos el pensamien-
to y aun el deseo fugaz o recurrente del aborto se
posen en la mente y el corazón de la mujer, aun
cuando al mismo tiempo exista el deseo de dar a luz
y Criar al hijo que ha procreado.
2. Un segundo caso en este grupo de mujeres
que optan no sólo por la vida de la criatura sino
también por quedarse con sus hijos y ejercer la
maternidad, está compuesto por adolescentes de
toda condición social. Tal fue la situación de una
joven, que comentamos a continuación.
96 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
Al advertir que había quedado embarazada, Silvia
(diecisiete años) decidió contar a su madre lo que le
estaba ocurriendo. La reacción inicial fue una
sorpresa muy desagradable entre otras cosas por-
que se trata de una familia “de buen nombre” que
nunca había tenido que bregar con semejante
situación. La madre a su vez compartió la noticia
con su esposo y ambos rodearon a Silvia de apoyo y
comprensión en medio de la situación difícil que se
había creado. Desde luego, esos padres debieron
superar sentimientos de vergúenza y enojo, junto
con la tentación de proponer el camino del aborto,
en apariencia más fácil. Esta familia descubrió a su
vez que necesitaba del sostén emocional y espiri-
tual de su iglesia, pero al principio su comunidad de
fe no estaba bien preparada para brindar tal sostén.
Incluso no faltaron quienes querían disciplinar a
Silvia por haber dado un mal paso y por haber
causado lo que consideraban un escándalo y una
mancha para todos. Felizmente prevaleció el espíri-
tu de aceptación y perdón, comprensión y apoyo. La
experiencia fue finalmente motivo de bendición
para todos, y el nacimiento del bebé fue celebrado
como un regalo de Dios. Silvia, sus padres y la
iglesia como tal, reconocieron lo mucho que habían
aprendido y crecido en medio de una situación
nueva a veces muy dolorosa. ¡Ojalá todos estos
casos tuvieran una culminación tan feliz!
Desde luego, una etapa distinta comienza cuan-
do se da a luz en medio de estas circunstancias, ya
que la joven madre normalmente sigue viviendo en
el hogar de sus propios padres hasta que forma su
hogar más adelante. No hace mucho leí en el diario
local una “carta abierta” de una madre de treinta y
cinco años a su hija de dieciséis, soltera y embara-
zada. Esa carta presenta en forma muy realista y
saludable los nuevos retos y expectativas que in-
cluye la situación que estamos considerando, y que
¿En qué consisten las opciones disponibles? 57
sería bueno tener presente. La carta decía lo
siguiente.
“Mi querida hija:
Pronto tú también serás mamá y añadiremos otro
miembro a nuestra familia; por lo tanto, es el
momento de referirnos a ciertos cambios drásticos
que ocurrirán en tu estilo de vida. Ya que te
quedarás en casa, es importante que entiendas bien
qué es lo que se espera de ti después de que nazca
tu hijo.
“Tal vez te resulte difícil jugar un doble papel.
Por un lado seguirás siendo mi hija, mi responsabi-
lidad. Espero que continúes honrando las mismas
reglas y disposiciones como tus demás hermanos.
Esto incluye hacer tus labores, limpiar tu cuarto y
respetar a tus padres. Esperamos que cooperes y
que continúes siendo una hija obediente.
“Por otro lado, serás una madre, y tu hijo será sólo
tu responsabilidad. Cuando necesite atención, de-
berás atenderlo como corresponde. No esperes que
el resto de la familia se encargue de cuidar al bebé,
a menos que hagamos de antemano los arreglos
necesarios. En otras palabras, tus amistades y
diversiones tendrán que tener un lugar secundario.
“A cambio de todo eso yo te prometo que trataré
de no interferir en tus decisiones y acciones como
madre de tu hijo, a menos que le pongas en peligro
por negligencia o por abuso. Por supuesto que
estaré muy dispuesta a ayudarte en todo lo posible;
me encantará pasar mucho tiempo con mi nietito o
nietita, sobre todo cuando sea conveniente para mí
y nos pongamos de acuerdo sobre los horarios.
Además, estaré muy dispuesta a contestar tus
preguntas y mostrarte cómo hacer las cosas cuando
tú me lo pidas.
“En otras palabras, querida, puedes seguir con-
tando conmigo. Pero te estás haciendo una persona
98 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
adulta y es mi responsabilidad como madre tuya
hacerme un poco a un lado para que tú sigas
creciendo y pruebes tus propias alas.
“Te amo, y no veo la hora de observar cómo
criarás a tu niño. ¡Estoy segura de que serás una
madre ejemplar!”
Mami
3. Todavía tenemos un tercer caso dentro de este
grupo de mujeres quienes —con o sin el consejo,
apoyo, o estímulo de otras personas— deciden
continuar el embarazo y cuidar a sus hijos. Me
refiero a las mujeres ya adultas cuya situación
marital es “irregular” en algún sentido, ya sea
porque son solteras, divorciadas, o porque viven en
concubinato. La situación particular de Beatriz nos
brinda una buena ilustración.
Beatriz resultó embarazada a los treinta y un
años mientras vivía con su amante Fernando, un
señor divorciado, varios años mayor que ella. El
embarazo no estaba en los planes de la pareja y, de
hecho, la reacción de Fernando fue muy negativa al
punto de dudar de que él fuera realmente el padre
de la criatura en camino. Desde el comienzo, sin
embargo, Beatriz decidió que estaba dispuesta y
preparada para ser madre y que seguiría adelante
con el embarazo. Eventualmente ella y Fernando se
separaron y Beatriz dio a luz a Elisabet, una bebé
muy saludable. Su vocación maternal, despertada
sorpresivamente con el embarazo inesperado, se
puso a prueba debido a las dificultades que tuvo
que sortear para conseguir un nuevo empleo,
cuidar a su hija y lograr más adelante que el padre
de la niña reconociera su paternidad y comenzara a
ayudar con los gastos de la crianza. Hoy, seis años
más tarde, Beatriz nos dice que está viviendo la
mejor etapa de su vida, ha formado un nuevo hogar,
¿En qué consisten las opciones disponibles? 59
se ha fortalecido su fe cristiana, y mira al futuro con
esperanza.
A pesar de la presencia de la pobreza económica
que sufre gran parte del mundo hispano, los
familiares de las mujeres que deciden dar a luz a
menudo están dispuestos a compartir el cuidado de
los niños y ayudan de varias otras maneras a tales
madres. Cuando se puede contar con este generoso
apoyo, desde luego es más fácil en principio optar a
favor de la vida de la criatura y en contra del aborto.
Dar a luz y entregar la criatura en adopción
El primer comentario en este caso es una exten-
sión de lo que acabamos de indicar en el párrafo
anterior respecto al pueblo hispano. Lo que ocurre a
menudo es que algún miembro de la familia prácti-
camente “adopta” y cría a la criatura, aunque no se
haga el trámite legal correspondiente, sobre todo
cuando la madre de la criatura es una persona muy
joven. Muchas veces son los propios abuelos del
bebé, y en otras ocasiones algún familiar cercano,
los que se hacen cargo de la crianza del niño
mientras la madre continúa relacionándose con él
en forma más o menos íntima y continua según las
circunstancias (por ejemplo, dependiendo si vive
cerca o lejos del hogar donde se aloja). Este tipo de
adopciones “de hecho” suelen ser las menos com-
plicadas y dolorosas para todas las personas involu-
cradas, a menos que los niños carezcan de un
sentido claro de identidad familiar y qué papel
juega cada persona en ese grupo familiar.
Cuando tal red familiar de sostén y apoyo no
existe por una variedad de razones (por ejemplo, en
el caso de mujeres solas en ciudades grandes), la
alternativa que estamos considerando consiste en
entregar la criatura en adopción según los recursos
e instituciones legales correspondientes.
60 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
Lamentablemente debemos apuntar que en cier-
tos casos se da un comercio clandestino de bebés en
el cual personas adineradas —a veces extranjeras—
compran a las criaturas con la ayuda de intermedia-
rios inescrupulosos, incluyendo a profesionales de
la salud y abogados. Otro comentario lamentable
que debemos hacer es que los trámites que requiere
una adopción legal suelen ser largos y complicados,
y a veces desmoralizantes para los matrimonios que
desean adoptar niños. Desde luego, esta situación
invita a eludir los caminos y procedimientos legales
en busca de procesos más rápidos. Además, los
problemas que envuelven los trámites legales, pue-
den desalentar indirectamente también a las muje-
res que consideran la opción de dar sus criaturas en
adopción cuando advierten que tales criaturas po-
drían quedar por mucho tiempo en alguna institu-
ción antes de ser ubicadas en un lugar apropiado.
Ruth es una señora divorciada de unos treinta y
siete años de edad, quien resultó embarazada
durante una relación amorosa que no cristalizó en
un nuevo matrimonio como ella había supuesto y
esperado. Ruth siempre ha tenido firmes conviccio-
nes a favor de preservar la vida humana, especial-
mente en el caso de la vida de los seres más
indefensos e inocentes. Su propio embarazo fue
ocasión de poner a prueba tales convicciones, sobre
todo porque Ruth estaba llegando a la conclusión
de que no podría ser la madre que necesitaba la
criatura que llevaba en sus entrañas. Para el cuarto
mes del embarazo tomó la decisión de que daría la
criatura en adopción y que procuraría facilitar el
proceso en la mejor manera posible. Contaba con el
apoyo de sus amistades más íntimas y, en dos
ocasiones, del consejo de parte del pastor de su
iglesia. Ruth dio a luz sin complicaciones a un
varón y el niño fue recibido bastante pronto por sus
padres adoptivos quienes estaban a la espera del
¿En qué consisten las opciones disponibles? 61
nacimiento. Hasta el día de hoy, tres años más
tarde, Ruth no se ha arrepentido de su decisión;
confía que el niño está en buenas manos y que ella
ha contribuido a la felicidad de su hogar de adop-
ción.
La decisión por el aborto
En páginas anteriores nos referimos a varias
situaciones en que se piensa en la alternativa del
aborto, y quiénes participan en el proceso de
decisión. Notamos sobre todo que decidir por el
aborto implica ejercer un poder especial, que deci-
dir en soledad y apresuradamente es la peor deci-
sión, y que muchas veces se detectan motivos
destructivamente egoístas de parte de las personas
que toman tal decisión, así como en aquellos que la
sugieren o la promueven. Hay muchas ocasiones,
sin embargo, en que la decisión no ha sido apresu-
rada sino producto de serio conflicto y aun confe-
sión, como en el caso de la joven María Marta, que
comentamos brevemente a continuación.
Esta joven de diecinueve años estaba de novia
con un muchacho dos años mayor que ella, con
quien eventualmente decidió mantener relaciones
sexuales utilizando medios anticonceptivos. Quedó
embarazada debido a un aparente descuido y su
novio prácticamente desapareció de la escena. La
familia y la iglesia de María Marta le ofrecieron
apoyo emocional y espiritual, con la esperanza de
que ella decidiera llevar el embarazo a término.
Recibió, además, consejería psicológica y la prome-
sa de que se.le acompañaría en oración para que
pudiese encontrar la mejor alternativa. La joven
expresó varias veces no saber qué hacer, con una
mezcla de ansiedad, vergúenza y temor. Al cabo de
tres semanas optó por el aborto, aparentemente con
la ayuda financiera del padre de la criatura, aunque
se había roto la relación de noviazgo.
62 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
Uno de los temas más debatidos en torno al
aborto es el de las consecuencias para la mujer. La
pregunta gue se hace en este sentido es: ¿cuál es el
costo físico y emocional? Los que sostienen la
posición contraria al aborto más intransigente ha-
blan de graves perjuicios tanto para el cuerpo como
para la mente de la mujer que aborta. Por ejemplo,
en muchas publicaciones de origen católico se
subrayan efectos perjudiciales posibles tales como
lesiones graves y esterilidad, embarazos extrauteri-
nos y aumento de abortos espontáneos, irregulari-
dad en la menstruación, y el peligro de la misma
muerte. Desde luego, estos riesgos son muy reales
en los casos de abortos clandestinos sobre todo
porque se realizan con escasas precauciones higié-
nicas (y esto afecta mayormente a las mujeres
pobres, como señalamos antes); sin embargo, hoy
día parece que en condiciones de adecuada aten-
ción médica, los riesgos físicos del aborto inducido o
provocado no son significativamente mayores que
los del parto normal.
En cuanto a los perjuicios de tipo psicológico, de
nuevo los que se oponen más tenazmente a toda
causa y forma de aborto sostienen que hay que
denunciar graves perjuicios tales como el costo
emocional de fuertes crisis de depresión, angustia y
complejos de culpa, y otros traumas psíquicos.
Algunos estudiosos destacan, además, un cuadro
de síntomas posibles incluyendo desórdenes en la
nutrición, pérdida o aumento brusco de peso,
tendencias a la adicción al alcohol y otras drogas,
promiscuidad sexual, pesadillas recurrentes, ten-
dencia a volver a embarazarse muy pronto para
compensar la pérdida de la criatura abortada, etc.
Por el otro lado, están los que sostienen posiciones
opuestas, señalando que los otros estudios no son
válidos por algún motivo, o están prejuiciados por
las preferencias, opciones y valores de los antiabor-
|
|
]
¿En qué consisten las opciones disponibles? 63
cionistas que interpretan o divulgan tales estudios.
Ellos, a su vez destacan, de nuevo, que pueden
observarse cuadros sintomáticos similares a los de
postaborto en ciertos tipos de situaciones postparto
relativamente normal.
Para el tiempo cuando escribo estas líneas (año
1989) el Director General de Sanidad de los Estados
Unidos —quien personalmente se opone en princi-
pio al aborto— acaba de revelar los resultados de un
largo y detallado estudio comparativo de muchas
observaciones médicas. Para sorpresa de todos, el
doctor Koop ha declarado que los resultados no son
concluyentes, o sea que no se pueden sacar conclu-
siones categóricas en uno u otro sentido acerca de
los perjuicios físicos y psíquicos del aborto inducido
(por lo menos en lo que concierne a los abortos
provocados bajo adecuado control médico).
En conclusión...
Volvemos a las palabras expresadas al comienzo
del capítulo cuando decíamos que es fácil res-
ponder a la pregunta del título —¿en qué consisten
las opciones disponibles cuando se piensa en el
aborto?— pero escoger la mejor alternativa siempre
resulta en un proceso difícil y doloroso. Es una
decisión tremenda porque tiene varias implicacio-
nes para la mujer embarazada y las personas que le
rodean, y especialmente para el ser humano que se
está gestando en su cuerpo. En consecuencia,
invitamos a los lectores a releer las últimas dos
secciones del capítulo anterior donde destacamos
algunas guías para apoyar a las personas en el
proceso de decisión. Aunque en definitiva, cada
situación es única e irrepetible, todas las personas
que consideran las tres alternativas que hemos
visto necesitan que se les demuestre genuina
aceptación, respeto y comprensión (aunque no se
64 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
apruebe totalmente su conducta o su decisión
final), y se le estimule a discernir en forma libre y
responsable. ¡Dichosos los hombres y las mujeres
que pueden confiar en su familia biológica y
espiritual en este proceso, y cuyas vidas permane-
cen tomadas de la mano de Dios, el Creador y
restaurador de la vida!
6. ¿Debe despenalizarse
y legalizarse
el aborto?
El aborto es también un problema legal. De modo
que en toda discusión en torno al aborto no puede
faltar una mención al tema de la situación legal
envuelta, a la que ya hemos aludido de pasada sin
entrar en detalles. La pregunta general que nos
planteamos en los diversos países del mundo hispa-
no es: ¿qué camino debemos seguir ante el desafío
que nos plantea el problema del aborto en nuestras
sociedades?
Ya nos hemos referido al serio riesgo de la
práctica frecuente del mismo sin garantías para la
salud de la mujer embarazada. Todos reconocemos,
además, que por mucho que el aborto se desaliente
o se condene, se seguirá practicando; y reconoce-
mos también que las mujeres pobres —la gran
mayoría de la población— son por lo general las que
más se exponen a graves peligros de la salud y de la
vida misma. Justamente esta es una de las razones
que con mayor convicción plantean los partidarios
de liberalizar las leyes sobre el aborto: afirman que
el aborto debe legalizarse por motivos humanita-
rios, para acabar con tantos abortos clandestinos
con sus serios riesgos, y para compensar las des-
65
66 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
ventajas de las personas pobres en cuanto a obtener
el aborto en condiciones higiénicas aceptables.
En los últimos quince o veinte años podemos
notar una tendencia hacia la legalización más o
menos amplia del aborto entre las naciones técnica-
mente más avanzadas. También hay muchos entre
el mundo hispano que consideran que esa debería
ser la solución para terminar con los abortos crimi-
nales y con la discriminación contra los pobres en
esta área. Pero el panorama es confuso, incluyendo
las estadísticas que se esgrimen a uno y otro lado
del debate sobre el aborto. Tratemos, pues, de
clarificar el reto que presenta la pregunta del título
— ¿debe despenalizarse y legalizarse el aborto?
“Despenalizar” y “legalizar”, ¿de qué se
trata?
Comencemos con una simple clarificación de
términos. La prohibición legal del acto de inducir o
provocar el aborto, por lo general se acompaña de la
amenaza de diversas penas o sanciones (por ejem-
plo multas, cárcel, u otras, según los casos) contra
las personas que participan en la práctica del
aborto. De modo que cuando se habla de despenali-
zar se quiere decir que se retira la sanción penal
que acompañaría a la práctica del aborto, debido a
la infracción cometida; o sea, que el aborto provoca-
do o inducido así ha dejado de ser un grave delito o
un crimen. Estrictamente hablando, sin embargo,
despenalizar no equivale a legalizar. El aborto
queda legalizado cuando las autoridades de una
nación promulgan leyes que reglamentan la prácti-
ca del mismo, estableciendo los casos en que es
permitido y los trámites que se deben seguir para
llevarlo a cabo. En otras palabras, podríamos decir
que el aborto legalizado es el aborto debidamente
despenalizado (porque no hay sanción o castigo
¿Debe despenalizarse y legalizarse el aborto? 67
contra su práctica, al menos en ciertos casos
específicos) y regulado (porque hay normas sobre
cuándo y cómo puede realizarse).
Las personas que se oponen tenazmente al
aborto afirman que cuando éste se despenaliza o se
legaliza, aunque conceptualmente no se trata de
términos idénticos, la consecuencia en ambos casos
es generar actitudes y comportamientos equivalen-
tes; así señalan que se empieza a ver el aborto como
un asunto de moral privada y como un derecho,
especialmente como un derecho de la mujer a su
vida y a su cuerpo (y, por extensión, como un
derecho de la pareja también). En otras palabras, se
trataría del derecho de disponer de la terminación
del estado de embarazo en perjuicio de la vida de la
criatura que se va gestando.
Dilema moral... problema legal
Así es como se plantea, precisamente, el gran
dilema moral que el aborto nos presenta en torno a
esa vida humana que es el embrión y el feto en
proceso de desarrollo y maduración, como explica-
mos en el segundo capítulo. Por tratarse de una
vida humana, esa criatura en gestación tiene dere-
cho de ser protegida. El conflicto surge, desde
luego, toda vez que ese derecho compite con los
derechos de los demás, especialmente la madre. En
los casos ilustrativos que hemos estado consideran-
do en detalle, notamos varias situaciones distintas
en que aparece tal conflicto. Destacamos la respon-
sabilidad de la mujer sobre todo en cuanto a la toma
de decisión cuando se piensa en el aborto; pero
ahora debemos referirnos a la otra cara del dilema
moral y es la cuestión del derecho y la legislación
correspondiente al aborto y temas relacionados
(como el de la adopción) la cual está en proceso de
cambio en varios países hispanoamericanos.
68 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
Lo que se procura es establecer una salida legal
adecuada para el problema del aborto tal como se
presenta en nuestros días. La tendencia general es
reducir la despenalización a unos pocos casos
restringidos y ofrecer garantías médicas para que
no corra peligro la vida de la madre. Así es que los
proyectos de ley suelen incluir la legalización en los
casos de peligro de muerte para la mujer embaraza-
da, de violación o incesto, y de malformación fetal, y
a esto nos referiremos más específicamente a
continuación.
¿Por qué se despenaliza y legaliza el aborto?
En principio, todos estamos de acuerdo en que en
los casos que siguen se trata de permitir, regular y
facilitar legalmente el aborto sólo como un mal
menor. Como veremos, sin embargo, esto no basta
para solucionar el dilema de fondo que nos plantea
la posibilidad del aborto.
En el aborto terapéutico tenemos el caso más
típico del conflicto entre dos vidas, la de la madre y
la de su hijo en gestación. Si es que establecemos la
inviolabilidad o santidad de la vida humana, ¿cuán-
do es lícito suprimir una de ellas? El argumento
común es que preferimos que muera uno de los dos
seres y no los dos. Sin embargo, es más correcto y
moral decir que debemos optar no entre una o dos
muertes, sino entre una muerte y dos vidas. El
dilema “aquí es, entonces, matar uno (el feto) o
salvar a los dos. Y la verdad es que a menudo no
sabemos a ciencia cierta si la muerte de la mujer es
inevitable si no se mata al hijo que lleva en su
vientre. Además, los avances médicos hacen que
cada día sea más factible salvar a ambas vidas.
El problema se complica cuando uno comienza a
hablar no sólo ya de salvar la vida de la madre sino
de preservar su salud, especialmente cuando se
¿Debe despenalizarse y legalizarse el aborto? 69
trata de la salud mental y emocional de la mujer
embarazada. Esto abre la puerta a toda clase de
abusos porque la definición de salud mental y
emocional es muy imprecisa; para muchos es casi
sinónimo de “felicidad” o “tranquilidad”, en el
sentido de no complicarse la vida con nuevos
problemas e incomodidades, tales como los que
puede ocasionar cualquier embarazo. En nuestra
opinión, es muy difícil, si no imposible, justificar un
aborto terapéutico en estos casos, aunque a veces
ese justificativo se emplea también en la situación
que describimos a continuación.
El aborto por razones éticas tiende a legalizarse
cuando el embarazo ha sido el resultado de una
violación así como también en los casos de incesto.
Los que rechazan totalmente el aborto preguntan,
no sin razón, si optar por el aborto bajo estas
circunstancias no puede suponer un nuevo trauma
que se añade entonces al de la violación en sí. De
nuevo, el principio de la santidad o inviolabilidad de
la vida humana nos obliga a reconocer que en el
seno de esa madre hay una nueva vida distinta de la
suya, que es inocente y carece de protección. Pero,
por otro lado, ¿es humano obligar a una mujer a
llevar un embarazo a término en tales condiciones?
Lo ideal sería ayudarla eficazmente a superar el
trauma de la violación, apoyarla hasta que dé a luz,
facilitar la crianza y la educación del niño o de la
niña que nazca o —de ser preferible o necesario—
hacer posible la adopción de la criatura en un hogar
adecuado. Lamentablemente, a menudo estamos
lejos de alcanzar el ideal...
El aborto eugenésico es el típico tercer caso de
despenalización y regulación del aborto, es decir,
cuando se prevén malformaciones en la criatura en
gestación. Quienes se oponen totalmente al aborto
señalan que aquí estamos ante el caso de que por
ley determinamos el mayor o menor valor de la vida
70 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
humana; o que esto supone que para el Estado hay
seres humanos de primera y segunda categorías.
¿Tienen los niños “normales” más derecho a vivir
que los “subnormales”?; ¿qué de las personas con
impedimentos y trastornos físicos y mentales? ...
¿qué de los ancianos incapacitados. . .?
El debate aquí también podría resultar muy
acalorado, como lógica expresión del serio dilema
que nos presenta este caso en particular cuando se
trata de legislar sobre el aborto, lo cual nos lleva al
próximo punto.
¿Para qué sirven las leyes?
Podemos comenzar afirmando que, en cualquie-
ra de nuestros países, el Estado debe ser garante del
bien común y de los derechos de todos los ciudada-
nos. Ahora bien, el Estado no crea o funda ni
tampoco concede los derechos fundamentales que
tenemos como seres humanos; su deber es más
bien reconocerlos y protegerlos. Y entre los dere-
chos primarios de la persona se destaca, en primer
lugar, el de que todo ser humano tiene a su propia
vida.
Por regla general, la constitución de cada país
afirma de una u otra forma que todos tenemos tal
derecho fundamental a la vida. Pero cuando el
aborto se despenaliza y legaliza es obvio que se está
permitiendo y regulando la destrucción de un ser
humano inocente e indefenso. Es decir, que en
estos casos el Estado suspende, o simplemente
elimina, el derecho a la vida, por considerarlo un
“mal menor” (cuando el “mal mayor” sería, por
ejemplo, la muerte de la mujer embarazada).
Quienes se oponen radicalmente al aborto insis-
ten, sin embargo, en plantear ciertas preguntas
clave también aquí, como las siguientes: cuando lo
que está en juego es la vida de un ser humano,
¿Debe despenalizarse y legalizarse el aborto? 71
¿puede decirse que tolerar la destrucción de seres
inocentes es un “mal menor”?; si el Estado admite
el valor supremo de la vida humana, ¿cómo es que
puede tolerar o permitir tal destrucción?; ¿por qué
dejar así sentado el principio de que el Estado
pueda autorizar a alguien a disponer de la vida de
un ser inocente e indefenso como lo es el feto? En
fin, el argumento antiaborto expresa la gravedad
del hecho de que el Estado “civilizado” de hoy día
no trate de evitar a toda costa ni penalice un hecho
que atenta contra la criatura humana más frágil.
En el otro lado de la controversia están los que
sostienen que las leyes no pueden hacer otra cosa
que aceptar la realidad tal como es, es decir, sin la
intención o pretensión de corregirla o aun mejorar-
la de fondo. En otras palabras, según este argumen-
to las leyes no pueden hacer mucho más que
regular y “normalizar” la acción y la convivencia
entre los seres humanos. En el caso del aborto, esto
significa aceptar en principio la lamentable realidad
del aborto que ya existe, reconocer ciertas causas
que lo justifiquen en algunas situaciones, y evitar
males y daños mayores. Los antiabortistas por su
parte subrayan más bien que las leyes tienen
además un papel educativo junto con la finalidad de
promover activamente el bien común, incluyendo
la orientación moral de la opinión pública respecto
al problema del aborto.
Como cristianos, por un lado compartimos cierto
pesimismo en general sobre la capacidad humana
—incluyendo al Estado y las leyes— de ayudarnos a
cambiar notablemente (lo cual sería una “conver-
sión” que es sólo don de Dios) y a erradicar los
males de fondo, que son expresión del mal y del
pecado. Por otro lado, sin embargo, como ciudada-
nos responsables tratamos de que las leyes y los
reglamentos que se creen contribuyan a facilitar el
bienestar de todos, la libertad, la paz y la justicia.
72 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
En fin, procuramos que las leyes estén en lo posible
en consonancia con los valores del reino de Dios.
Por eso participamos a través del voto a favor de los
legisladores más idóneos, de la petición o inter-
cesión frente a las autoridades establecidas, de la
palabra profética que señale los males e indique
también alternativas mejores, y otras formas de
contribuir a un mundo mejor. En este sentido,
aspiramos a que las leyes sean justas y ayuden a
mejorar la calidad de vida de toda la población,
comenzando por cierto con los menos favorecidos, y
haciendo posible una digna acogida humana a todo
ser que viene a este mundo.
Sin embargo, no debemos tratar de imponer a la
fuerza nuestras convicciones y nuestra moralidad
cristiana a todos los demás. Como hemos expresado
anteriormente, es como discípulos de Jesucristo
que nos comprometemos a seguirle radicalmente y
así vivir la nueva vida dentro de la sociedad. En
otras palabras, esto requiere la decisión libre de
recibirle como Salvador y Señor y formar parte de la
comunidad de fe que es la iglesia.
Para finalizar este capítulo, podemos clarificar un
poco más estas últimas observaciones sobre nuestro
compromiso y nuestra posición como ciudadanos
cristianos.
Los cristianos, el Estado y las leyes
En principio apoyamos la idea de que el Estado
ha de ser neutral —es decir, no tomará partido— en
cuestiones de conciencia, sobre todo cuando están
en juego principios y valores de tipo religioso. El
problema surge, sin embargo, cuando se trata de la
vida misma humana como en el caso del feto.
Si la sociedad se mantuviese neutral y permitiese
practicar su creencia a los que con sinceridad y
honestidad creen tener el derecho de eliminar a
¿Debe despenalizarse y legalizarse el aborto? 73
ciertas categorías de personas, habría un caos
tremendo. Por eso afirmamos que el Estado debe
abrazar con fuerza el principio de la santidad o
inviolabilidad de la vida humana. De hecho, es
interesante notar que, fuera del caso del aborto,
nadie alega hoy día que una persona debe ser libre
para quitarle la vida a otra meramente porque la
primera persona está convencida de que la otra no
es plenamente humana.
Nos inclinamos a pensar que el aborto es una
forma de homicidio, o sea provocar la muerte de un
ser humano. Creemos, además, que aunque debe-
mos permitir o tolerar las decisiones y acciones de
los demás, siempre y cuando se hagan cargo de sus
consecuencias, esa tolerancia y ese permiso no
deben extenderse al derecho de quitar la vida a
otros seres humanos. Es decir, que la sociedad y el
Estado no tienen la obligación de otorgar a nadie el
derecho de matar, aun cuando los que reclaman tal
derecho no crean que se trata de un verdadero
homicidio.
Frente a la triste realidad del aborto, sin embargo,
¿qué podemos hacer? En primer lugar, debemos
seguir hablando del carácter humano de la vida del
feto, y hacer del aborto en principio una opción
mucho menos atractiva de lo que es comúnmente;
además, debemos desalentarlo y rechazarlo siem-
pre que se presente como mera forma de controlar
la natalidad. Segundo, debemos procurar hacer
mucho más atractiva y saludable a la responsabili-
dad sexual (así evitando el embarazo indeseado en
parejas y matrimonios) y la vida familiar misma. Es
decir, que debemos desarrollar una perspectiva a
favor de la vida en todas las dimensiones que sea
posible, aunque reconozcamos que tal debe estar a
cargo primeramente de nuestra propia familia y de
nuestras iglesias e instituciones religiosas. Más
concretamente, algunas posibilidades específicas
74 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
dependen de que se arbitren los recursos legales y
económicos con el fin de:
—mejorar los sistemas y métodos de educación
sexual y planificación familiar;
—dar asistencia a los programas de apoyo a las
mujeres que llevan el embarazo a término;
—ayudar especialmente a las familias de escasos
recursos y a las madres solteras;
—hacer provisión para que todos los niños reci-
ban adecuada prevención, protección y asistencia
médica, escolar, etc., incluyendo mejoras en el
reconocimiento legal de los llamados “hijos natura-
les”;
—mejorar los sistemas y procedimientos de la
adopción y promoverla más activamente, incluyen-
do los servicios de orientación y consejo correspon-
dientes;
—prevenir y condenar efectivamente el abuso y
la violencia sexuales contra las mujeres;
—expandir los servicios escolares para niños con
impedimentos y deficiencias mentales, físicas, etc.;
—poner a disposición de los sectores pobres
oportunidades de trabajo y de asistencia escolar,
médica, legal, etc.;
—responsabilizar más eficazmente a los hom-
bres/padres para que brinden el apoyo y sostén
adecuados en los casos de personas solteras o
divorciadas;
—atacar males socioeconómicos estructurales
que fomentan la pobreza, el hambre y la miseria,
fallas en los sistemas de salud, educación, etc.
A menos que los antiabortistas estén a favor de
tales cambios y otros por el estilo, seguirán siendo
vulnerables a la crítica de que sólo se preocupan de
la vida humana antes del nacimiento y que, por lo
tanto, son inconsecuentes o —peor aún— hipócritas.
Lo ideal es que todos trabajemos a favor de la
calidad de vida en todos los planos, incluyendo la
¿Debe despenalizarse y legalizarse el aborto? 75
lucha contra toda injusticia y opresión, el militaris-
mo, y otras formas de violencia. En fin, la meta es
promover que haya una política social positiva para
que exista una alternativa mejor que el aborto, que
sea posible y digna; es decir, más verdaderamente
humana.
7. ¿Cómo orientar. ...
cómo ayudar?
En buena medida ya hemos aludido al tema
particular de este capítulo, por lo menos en forma
indirecta al hacer referencia a los procesos y las
alternativas que deben considerarse cuando se
piensa en el aborto. De modo que podremos abre-
viar bastante la discusión y señalar algunos princi-
pios clave que deben observar los consejeros, edu-
cadores, pastores y otras personas que tienen la
responsabilidad y la oportunidad de servir frente al
reto que el aborto nos plantea. Podemos, entonces,
considerar dos aspectos principales que son los que
el título mismo sugiere, es decir, el educativo y
preventivo, por un lado y el más propiamente
asistencial, por el otro.
La orientación educativa y preventiva
El refrán lo dice bien: “mejor prevenir que
curar”; y el caso del aborto reclama precisamente
comenzar por aquí. Sin embargo, no quisiéramos
considerar el tema meramente en el sentido negati-
vo de evitar un mal o un daño, sino más bien con la
idea de que estamos llamados a educar y formar
para la madurez y la vida buena. En la medida en
que logremos semejante objetivo, estaremos desde
luego contribuyendo también específicamente a
76
¿Cómo orientar... cómo ayudar? 77
“prevenir” y proteger. ¿Cuál debe ser el contenido
de tal orientación? Proponemos tener en cuenta
principios como los que figuran a continuación y
que presentamos en forma sintética:
1. Afirmamos la necesidad de enseñar y practi-
car una escala de valores acorde con el evangelio
del reino de Dios, es decir, pautas y sentido de
orientación que se desprenden de la vida y el
ministerio de Jesucristo. Concretamente, se trata
de la práctica del amor y la justicia de Dios en todos
los planos, tal como se presenta por ejemplo en las
enseñanzas del Sermón del monte (Mateo, capítu-
los 5, 6 y 7). Entendemos que la educación con
vista a la formación del carácter es fundamental
porque el comportamiento humano, incluyendo las
decisiones clave que debemos tomar, refleja en
buena medida la escala de valores que cada uno
tiene, sus convicciones más profundas, y su sentido
de dirección en la vida. De modo que podemos
esperar que las parejas y las mujeres en particular
que hayan desarrollado tal formación moral y emo-
cional, habrán de actuar responsablemente y a tono
con tal orientación de manera especial frente a la
alternativa del aborto.
2. Un contenido muy especial de tal formación
moral, de carácter y conciencia, es sin duda el
respeto de la vida humana en todas sus formas. En
el mundo en que vivimos y en medio de tanta
miseria, violencia y opresión, es necesario crear una
visión clara del origen, el destino, la dignidad y el
potencial humano tanto en el plano personal como
en el plano social. Tal visión incluye por cierto las
sucesivas etapas del desarrollo a partir de la concep-
ción, como vimos en el segundo capítulo, con el
expreso rechazo de toda forma de violación del
derecho a la vida.
3. La motivación principal en todo este proceso
78 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
de formación ha de ser el amor a Dios sobre todas
las cosas, y al prójimo como a uno mismo. Ántes
que exaltar el temor al castigo divino, debemos más
bien educar en el “amor que echa fuera el temor” (1
Juan 4:18). Esto incluye desde luego una actitud de
humildad y modestia de parte de quienes tenemos
la responsabilidad de educar, aconsejar o pastorear;
es decir, nuestras convicciones y valores cristianos
incluyen la aceptación y el respeto frente a los
demás, especialmente cuando no comparten nues-
tros puntos de vista.
4. Un aspecto muy importante de la educación
de nuestros niños y jóvenes debe apuntar sin duda
a fortalecer la voluntad, o sea la capacidad de
decidir y actuar conforme a nuestros valores y
visión de la vida. Esto que es tan básico, hoy
presenta un reto muy especial debido a la continua
invitación al egoísmo y al placer que nos presenta la
propaganda comercial, y el énfasis en los derechos
propios aun a costa de nuestra responsabilidad para
el bien común, que impera en el espíritu de nuestro
tiempo.
5. La educación de la sexualidad como tal,
dentro del marco más amplio de formación del
carácter que estamos proponiendo, es una necesi-
dad muy particular, especialmente a la luz de los
excesos que propone la idolatría del sexo en nues-
tras sociedades, incluyendo no sólo la pornografía
sino también toda manipulación del sexo y la
sensualidad a nombre de una falsa “liberalización”
de las costumbres. Las relaciones entre personas de
ambos sexos, la redefinición del papel de la mujer
en la vida contemporánea, y las nuevas posibilida-
des de complementación en el seno del matrimonio,
son algunos de los puntos que reclaman atención.
Todo esto, claro está según una visión amplia de la
¿Cómo orientar... cómo ayudar? 79
vida y de la persona humana que abarque cuerpo,
mente y espíritu.
6. La educación para el matrimonio es otra
necesidad impostergable que reclama los esfuerzos
mancomunados de la familia, la escuela y la iglesia.
La meta principal es contribuir al desarrollo armo-
nioso de nuestros jóvenes de forma que puedan
prepararse adecuada y maduramente para la vida
conyugal y familiar, pudiendo contar con el sostén y
el apoyo moral y material de sus propios familiares y
de la comunidad eclesial. Idealmente, el matrimo-
nio podrá ser visto por la pareja como expresión
muy especial de su vocación humana de disfrutar,
compartir, procrear, y en fin, participar de muy
diversas formas en la vida social más amplia allí
donde les toque vivir.
7. Un aspecto de la mayor importancia a la luz de
nuestro tema es, desde luego, la orientación para la
maternidad y paternidad responsables como parte
de la agenda educativa que estamos proponiendo.
Se trata en primer lugar de profundizar el concepto
y la experiencia de compañerismo y cooperación en
la esfera sexual como expresión de amor mutuo.
Incluye el sentido de autocontrol y su práctica
consecuente que afirma dos cosas simultáneamente:
por un lado el derecho y el privilegio de la pareja de
deleitarse en las manifestaciones íntimas del amor
erótico y sexual (aparte de la posibilidad de pro-
crear); por otro lado afirma la decisión y el esfuerzo
de procrear hijos en los tiempos más oportunos
según el criterio de la pareja. De modo que habre-
mos de poner al alcance de todos la información y
los medios y recursos necesarios (tales como las
técnicas y los métodos anticonceptivos), a fin de
que la maternidad y la paternidad responsables
sean una verdadera bendición para la pareja y para
80 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
cada uno individualmente, así como para los hijos
que ya tienen o para los que vendrán.
Ayuda moral y psicológica
Sin duda, no se puede establecer una separación
muy marcada entre las actividades y metas inclui-
das en la sección anterior sobre “educar” y “preve-
nir”, y las que mencionaremos aquí en el sentido de
brindar “ayuda”. Tal vez podríamos decir que en
este caso se trata más bien de actitudes e interven-
ciones de tipo sanador y restaurador. De nuevo sin
pretender agotar el tema, destacaremos algunos
principios a tener en cuenta a la luz de nuestro
diálogo a lo largo de estas páginas.
1. Lo ideal sería que toda mujer embarazada
pudiera sentir que su estado despierta respeto,
ternura, y aun admiración a su alrededor. Que ante
los hechos consumados, bien sea porque se haya
consentido o no consentido en el embarazo, en todo
caso se brinde amor a la persona y se la trate con
cuidado y compasión (o sea sensibilidad, y no
lástima), es decir, con una actitud verdaderamente
redentora y reconciliadora. Que la mujer en camino
a ser madre soltera sienta la comprensión, el perdón
y la disposición sincera de atenderla de parte de sus
seres queridos y otras personas significativas. En
definitiva habremos de reconocer que es la mujer
generalmente quien debe tomar las decisiones
últimas y vivir luego con las consecuencias y
ramificaciones.
2. Debemos entender que ni el embarazo fuera
del matrimonio, ni el aborto provocado para inte-
rrumpirlo son pecados imperdonables. Por lo tanto,
podemos contribuir a que nunca una mujer, a pesar
de haberse equivocado, resulte humillada y separa-
da de sus seres queridos. El rechazo y la condena
¿Cómo orientar... cómo ayudar? 81
deben dar paso a los esfuerzos de recuperación para
superar la situación de crisis cualquiera sea la
circunstancia. Esto suele requerir ayuda especial
para la mujer y la pareja en cuanto a orientación y
consejo, y apoyo emocional, moral y espiritual.
Según los casos, desde luego, puede haber cuestio-
nes médicas y legales que atender también. En fin,
como destacamos en el capítulo anterior, debemos
involucrarnos a favor de que se provean los servi-
cios necesarios para la población, especialmente las
personas de menores recursos financieros.
3. Combatamos decididamente la hipocresía rei-
nante en muchas de nuestras sociedades: por una
parte se estimula y se permite el libertinaje, parti-
cularmente en la esfera de la sexualidad, y por otra
parte se ignora o se desprecia a quienes resultan ser
víctimas de una moralidad decadente. En otras
palabras, necesitamos obrar también en un plano
social y cultural más amplio que el de la asistencia y
el tratamiento de personas y parejas. La ayuda
moral y psicológica que estamos considerando in-
cluye la oposición a aquellas formas de domestica-
ción y alienación del pueblo, especialmente la
juventud, comenzando con la crítica y la denuncia.
Esto es lo que en el lenguaje bíblico se llamaría ser
“voz profética” que confronta toda opresión y escla-
vitud y que también anuncia alternativas mejores,
todo según la inspiración del evangelio del reino de
Dios.
4. Un párrafo especial merece la situación de los
hombres en medio de toda la problemática del
aborto. Es lamentable comprobar con mucha fre-
cuencia una especie de cobardía egoísta que se
manifiesta con el intento de salir de la escena y no
asumir responsabilidades. La ayuda sanadora en
estos casos consistiría en cambiar radicalmente tal
situación de modo que las mujeres no se sientan
solas al enfrentar la crisis y al tener que soportar las
82 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
consecuencias de los hechos y de las decisiones
tomadas. Reiteramos en este sentido la necesidad
de que se atienda la legislación vigente en nuestros
países de modo que se logre una justa paridad de
derechos y deberes entre hombres y mujeres; y que
las autoridades apliquen consistente y efectivamen-
te las leyes que ya tenemos en defensa de las
mujeres, las madres y los hijos.
5. Otra vez debemos hacer referencia especial a
los factores económicos, que juegan un papel
importante cuando se piensa en el aborto. En otras
palabras, los esfuerzos a favor de una genuina
“sanidad” a nivel de personas y parejas deben
acompañarse de la atención del problema más
amplio de las estructuras sociales injustas que
mantienen en la miseria a la mayor parte de nuestra
gente en América Latina. En este sentido invitamos
al lector a revisar las sugerencias incluidas en la
última parte del capítulo anterior a la luz del reto de
brindar adecuada ayuda moral y psicológica a la
mujer y a la pareja.
Conclusión
Comenzamos el libro señalando que el aborto es
un tema que, por lo general, no tratamos en forma
franca y comprensiva debido a que es un asunto
complejo y candente. A través de estas páginas
hemos explicado e ilustrado las principales dimen-
siones de este serio problema que hoy enfrentamos
en el pueblo hispano. También hemos propuesto
ciertas líneas de reflexión y acción a partir de
nuestras convicciones cristianas. Esperamos por lo
tanto que el fruto de nuestra labor resulte útil para
clarificar el panorama del aborto y brindar orienta-
ción en medio de situaciones concretas cuando se
piense en el aborto. A modo de epílogo, nos quedan
por indicar las siguientes consideraciones que sin-
tetizan nuestra posición sobre el tema.
Primero, para nosotros está claro que, frente al
aborto, no podemos dar una sola respuesta final,
definitiva y tajante, porque tal respuesta no existe.
No pretendemos ubicarnos en el lugar de Dios para
juzgar y condenar a las personas que consideran la
opción del aborto o la llevan a cabo. De hecho, en
esta tierra nadie puede asegurar que tiene el
patrimonio de la verdad absoluta, ni siquiera en el
caso del aborto. Mientras tanto, todos estamos
llamados a buscar la verdad y a obrar en fidelidad a
los designios divinos para la vida.
Segundo, siguiendo en principio la enseñanza
bíblica a favor de la vida humana, no podemos sino
83
84 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
declarar nuestra oposición al aborto. Sin embargo,
reconocemos también que cada situación específica
debe considerarse por separado, con mucho respeto
y sensibilidad. El mandamiento del amor al prójimo
como a uno mismo abarca la aceptación incondicio-
nal de las demás personas, incluyendo a los que
piensan y actúan según otros valores o conviccio-
nes. En especial, necesitamos desarrollar una acti-
tud comprensiva y compasiva frente a las mujeres y
parejas que contemplan la opción del aborto, aun
cuando expresemos nuestro propio sentir y prefe-
rencia a favor de alternativas mejores.
Tercero, nosotros los hombres debemos cuidar-
nos especialmente de no imponer a las mujeres
ciertas formas de pensar y actuar en un problema
que nunca hemos de sufrir tan directa y personal-
mente como ellas, pero que hemos contribuido a
causar. Por el contrario, nos corresponde asumir
mayores responsabilidades en nuestras relaciones
amorosas y sexuales, en nuestra vida conyugal, y
en nuestras relaciones paterno-filiales.
Cuarto, a todos nos conviene buscar en Dios la
luz y el amor necesarios para prevenir en lo posible
desgracias y sinsabores, para enfrentar en forma
madura y justa las situaciones difíciles que se nos
presentan, y para resolverlas como personas, pa-
rejas, familias e iglesias con el espíritu mejor y con
la confianza de que continuamos la marcha por el
camino de la vida abundante.
Apendice:
Carta abierta testimonial
a las parejas cristianas
Daniel S. y Margaret A. Schipani
Hemos decidido compartir algunas reflexiones
que son fruto de nuestra vida como pareja matrimo-
nial en más de veinte años. El mensaje no consiste
en un estudio teórico ni tampoco tratar de presen-
tarles un modelo ideal de actitudes, virtudes y
valores cristianos. Se trata más bien del reflejo
sencillo del punto de madurez que creemos haber
alcanzado hasta aquí juntos en el peregrinar en la
vida matrimonial y familiar con relación al tema
que trata este libro.
En lugar de aspirar a compartir un panorama
completo del problema que nos ha estado ocupando
en las páginas anteriores, o algún modelo de
meditación sobre el mismo, nuestro objetivo es
mucho más modesto: deseamos estimular la discu-
sión y el intercambio de ideas y experiencias a nivel
de la realidad concreta y personal, sabiendo que
estamos llamados a aprender los unos de los otros.
Es decir que hemos dejado de lado expresamente
las consideraciones profesionales y académicas (in-
cluyendo el hecho de que Daniel es psicólogo y
consejero, y Margaret es enfermera) porque desea-
mos destacar nuestro carácter de miembros de la
85
86 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
iglesia de Jesucristo y nuestras relaciones y papeles
como esposos y padres.
El marco de la familia de Dios
No podríamos comenzar en otro lugar. Lo prime-
ro que debemos afirmar es que nuestra reflexión
surge del hecho de pertenecer a la comunidad de fe
que es la iglesia. Para nosotros, esta “familia espiri-
tual” condiciona los recursos de la “familia bio-
lógica”. En otras palabras, pertenecer al cuerpo de
Cristo trae aparejado nuevas responsabilidades y
oportunidades, como ser las que tienen que ver con
el bienestar total de los otros miembros o hermanos.
Por la misma razón, no podemos sino contar con la
confianza del apoyo, el consejo, el estímulo y el
consuelo, en tiempos de prueba y necesidad, in-
cluyendo nuestros errores y caídas.
Según nuestra experiencia, debemos reconocer,
sin embargo, que no siempre hemos contribuido al
funcionamiento adecuado y fiel como miembros de
la comunidad cristiana. Orar juntos y los unos por
los otros es fundamental e indispensable; inte-
resarse concretamente por la situación de los de-
más, comunicando y visitándose, por ejemplo, tam-
bién lo es. Sentimos que tenemos mucho que
seguir aprendiendo en la práctica de discernir lo
que es mejor para nuestras vidas y la de quienes
nos rodean, en medio de la comunidad de fe; esto
sobre todo a la luz de decisiones cruciales que todos
debemos hacer como personas, parejas o familias.
Es decir que no basta con encomendarnos unos a
otros a la gracia y el poder de Dios, ni tampoco son
suficientes los servicios que nos brindemos en
medio de una situación de crisis o después de ella,
por ejemplo. Necesitamos también participar en el
proceso de orientación y de toma de decisiones,
acompañándonos mutuamente, buscando juntos
Apéndice 87
alternativas mejores en función de nuestra fe y de
nuestro compromiso común con Jesucristo y con el
evangelio del reino de Dios. Todo esto, claro está,
sin desconocer el hecho de que haya personas con
capacidades, dones y ministerios especiales, tales
como los pastores y consejeros.
Una vez aclarado nuestro lugar de reflexión,
viene luego la pregunta obvia: ¿Qué significa todo
esto en términos del problema del aborto? Para
nosotros, entonces, significa que no se trata mera-
mente del dilema que enfrenta sola una mujer, o
una pareja o familia, sino más bien un asunto que
concierne a la hermandad como tal. Significa,
además, que se podrán movilizar muchos y variados
recursos de manera que, cuando se piense en el
aborto, el enfoque, el tratamiento y la resolución del
problema, revelen de varias formas la presencia y la
guía del mismo Espíritu de Dios.
Sobre la sexualidad y la planificación
familiar
En nuestra experiencia conyugal, la llamada
“planificación familiar” estuvo condicionada al cur-
so de nuestra relación como pareja según la situa-
ción más amplia del marco de la vida del hogar,
incluyendo nuestras vocaciones y trabajos. Nues-
tros dos hijos —David y Marisa— nacieron en las
etapas de nuestro matrimonio cuando habíamos
decidido que los deseábamos y que estábamos en
condiciones de tenerlos. En ambos casos hemos
experimentado una inmensa gratitud por el hecho
de que todo resultara satisfactorio tanto física como
mental y emocionalmente. Sin embargo, también
es cierto que hemos atravesado momentos de
vacilación y ansiedad, inseguridad y temor. Even-
tualmente sentimos que ya no estábamos dispues-
tos a decidir la concepción de otros hijos mientras
88 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
procurábamos ser buena madre y buen padre para
David y Marisa en cada etapa de su desarrollo
personal.
Hoy no podemos sino afirmar enfáticamente la
estrecha relación que existe entre nuestra relación
matrimonial y las relaciones con los hijos, con sus
múltiples influencias en ambas direcciones. Todo
progreso en un aspecto se ha reflejado en el otro, así
como los conflictos y las frustraciones. Nos maravi-
lla advertir las posibilidades para aprender y cam-
biar; y a veces nos desborda el sentido de responsa-
bilidad o aun cierta carga ante lo que omitimos
hacer con y por nuestros hijos además de los
fracasos específicos por los que nos sabemos res-
ponsables. En balance, sin embargo, nos conmueve
constatar vez tras vez que Dios nos ha estado
acompañando en el camino.
El área de las relaciones sexuales en sentido
estricto ha sido un escenario donde nuestra comu-
nión ha ido experimentado progresos y ajustes
concretos a través de los años. De hecho, a pesar de
que tanto se ha hablado sobre maternidad!
paternidad responsable y planificación familiar,
así como de la importancia de la vida sexual de la
pareja, nos parece que la discusión del problema
del aborto ofrece una oportunidad especial para
destacar aquellos temas. Porque antes de hablar de
la posibilidad del aborto inducido o provocado,
debemos afirmar la oportunidad real de prevenir el
embarazo indeseado como expresión de madurez
sexual. Y esto no sólo mediante métodos o técnicas
anticonceptivas más o menos artificiales, sino tam-
bién a través de manifestaciones del amor sexual
que sean al mismo tiempo deleitosas para la pareja
sin que conduzcan a la concepción. El aborto es
una forma consciente y exclusivamente humana de
destruir una vida en gestación; la sexualidad matri-
monial puede incluir una inmensa variedad de
Apéndice 89
expresiones con un sello exclusivamente humano
que —entre otras cosas— elimine la posibilidad del
embarazo indeseado y, por lo tanto, de la alternativa
del aborto que fue resueltamente condenada en
este libro (es decir, el caso del aborto provocado
meramente como control de la natalidad). La perti-
nencia de estas consideraciones nos parece aún
más obvia cuando advertimos precisamente que, en
la gran mayoría de los casos de aborto, la motiva-
ción es impedir el nacimiento de una criatura que
no se quiere.
Sobre el contexto de decisión
En nuestro caso particular, afortunadamente
nunca tuvimos que enfrentar la opción del aborto
en lo que a nuestra propia experiencia se refiere.
Sin embargo, en muchas ocasiones hemos discuti-
do el tema en forma espontánea, coincidiendo en
que —en última instancia— cualquier proceso de
decisión deberíamos hacerlo como pareja. Es decir,
que no querríamos dejar la responsabilidad de tal
decisión en manos de la ley, de la sociedad, de los
médicos o aun de la iglesia misma, a pesar de los
beneficios que posiblemente recibiríamos de todas
esas fuentes en cuanto a información, apoyo y
asistencia.
Lo que acabamos de decir no contradice la
afirmación anterior sobre la “familia de Dios” sino
que la confirma desde otra perspectiva. Es necesa-
rio y deseable que nos beneficiemos del conoci-
miento y la experiencia de la hermandad, así como
de su apoyo moral y espiritual, y aun material. En
muchos casos suele haber incluso profesionales
competentes en el seno de la iglesia local, o que por
lo menos están accesibles en su carácter de perso-
nas idóneas e íntegras cuya experiencia profesional
y cristiana nos mueve a confiar en ellas. Todo esto
sin menospreciar, claro está, el aporte de los servi-
90 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
cios de otras personas —profesionales o no— más
allá de la iglesia. Sin embargo, debemos insistir en
que la responsabilidad mayor en y por las decisio-
nes es fundamentalmente nuestra. En la familia
espiritual de la iglesia justamente debe existir un
énfasis doble en este sentido: por una parte se
confirma aquello de que, al decir de San Pablo,
somos miembros los unos de los otros; y por otra
parte, se afirma la responsabilidad y la voluntad de
cada persona. Así es que resulta muy distinto tener
que decidir por la propia cuenta en forma aislada,
reservada o aun secreta, y poder hacerlo en el
marco de una comunidad que intercede y acompa-
ña incluso en medio de las consecuencias de
decisiones erradas que hayamos podido tomar.
Sobre la justificación del aborto
Más arriba hemos reiterado nuestro rechazo total
a la idea del aborto meramente como medio de
evitar el nacimiento de un hijo indeseado y “no
planeado”. Pero, como se ha demostrado en este
libro, el problema es complejo y requiere varias
consideraciones. Hay por cierto numerosas situa-
ciones donde el aborto parecería justificarse por
razones de índole médica y aun psicológica. No es
el momento de intentar cubrir todo el catálogo de
circunstancias imaginables en este sentido, y los
amigos lectores pueden revisar los casos presenta-
dos en las páginas anteriores. Nos interesa más
bien compartir brevemente una reflexión testimo-
nial.
En nuestro caso, nos resulta curioso descubrir,
en una mirada retrospectiva, cómo fueron cambian-
do considerablemente nuestras reflexiones sobre el
tema. En un principio creíamos tener claro que
existen “situaciones límites” en las que podríamos
recurrir al aborto (si supiéramos de antemano que
un hijo en gestación padece malformaciones con-
Apéndice 91
génitas irreparables, si la vida de Margaret llegase a
correr peligro serio a causa del embarazo, y otras
por el estilo). Hoy ya no estamos tan seguros de que
se deba decidir de antemano lo que haría la pareja,
o la mujer especialmente, en medio de tales situa-
ciones. Aún más, tenemos serias dudas de que haya
muchas situaciones límites que se pueden conocer
o anticipar en forma clara y objetiva. Por otro lado,
en la sociedad moderna es fácil encontrar o imagi-
nar razones para justificar el aborto como un
derecho que se defiende a toda costa...
Aborto y violencia
Los comentarios que anteceden revelan nuestra
convicción de que el problema del aborto debe
encuadrarse en la cuestión más amplia del aprecio
por la vida humana y el rechazo de la violencia
destructora en todas sus formas y niveles. Como se
argumentó antes, por más que se usen eufemismos
como el de la “interrupción del embarazo”, el hecho
es que se destruye una vida humana en gestación;
se mata. Y lamentablemente existen muchas y
variadas formas de insensibilizarnos frente a la
violencia en sus múltiples manifestaciones. En el
caso del aborto se procura convencer de que en
realidad no se trata de la vida de un ser humano en
las etapas más tempranas de desarrollo y madura-
ción; o se insiste en los derechos de la mujer, la
pareja, el Estado, o quien fuere, como si aquellos
fuesen evidentemente más defendibles que los
“derechos” del embrión y el feto; o se concede que
la violencia psicológica en el trauma del embarazo,
o de la nueva maternidad/paternidad justifica de
por sí la liquidación del hijo, y así otros razonamien-
tos por el estilo.
No nos interesa a este punto entrar en una
discusión detallada de aquellas consideraciones
92 CUANDO SE PIENSA EN EL ABORTO
comunes, sino más bien subrayar el hecho de que
conviene incluirlas en una perspectiva social más
amplia. La violencia destructora está presente no
sólo en la guerra y el terrorismo o la represión, sino
también en las estructuras económicas injustas y
deshumanizantes que sufren nuestros pueblos en
la América Hispana, se reflejan además en muchos
de los valores y actitudes que orientan nuestros
comportamientos y decisiones. Al fin de cuentas, el
problema del aborto también debe percibirse a la
luz de poderosos impulsos destructivos que sabo-
tean y pervierten de continuo nuestras relaciones
humanas.
Creemos que es necesario y posible encontrar
alternativas mejores que el aborto en vez de buscar
el camino en apariencia más fácil del “mal menor”.
Alternativas, en fin, en las que venzamos con el
bien el mal.
Conclusión
A pesar de la firmeza con que estamos dispuestos
a expresar y defender nuestro punto de vista,
nuestras convicciones no incluyen un juicio conde-
natorio de quienes sostienen otras ideas. Depende-
mos como quien más de la gracia de Dios, y no
pretendemos tener la respuesta segura y final ante
este u otro problema ético que ponga a prueba
nuestra integridad moral y emocional. Mientras
tanto, sí podemos decir con gratitud que hasta aquí,
en nuestra vida personal, como pareja y como
familia, aquella gracia ha sido asombrosa.
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Schipani, Daniel S.
Cuando se piensa en el
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CUANDO se piensa en el aborto
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vel mundial y, por supuesto, en
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1 doctor Daniel S. Schipani, psicólogo y pastor hi
o, de nacionalidad argentina, es un hombre e 2%
perimentado que sabe tratar en forma directa, sen
práctica un tema difícil. El pastor, el o De
adultos y a encontrarán en su lectura orienta-
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Cuando la infidelidad asoma, A. Canclini
Cuando el dinero causa problemas, J. L. Martínez
end nos enfrentamos al divorcio, A. D. Gandini
y > el padre cuida de la familia, W. Grant
JKIAL MUNDO HISPANO "o,
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